jueves, 15 de enero de 2009

Raúl Heraud, ¿Versos satánicos?. Por Winston Orrillo

Una de las primeras novedades que nos trae este 2009 es la aparición del nuevo poemario Teatro de la Crueldad del vate nacional Raúl Heraud. Libro que será presentado el 18 de febrero en la FIL de La Habana - Cuba.

Desde aquí, saludamos el trabajo poético al que nos tiene acostumbrado nuestro querido amigo y poeta. Y es que una vez más, "el ilusionista" no se cansa, ni se cansará jamás, de abrirnos nuevamente las heridas. De seguro viene de nuevo con su "tren fantasma" a regalarnos algo más que un maldito dolor columpiándose en nuestras vidas.

A continuación, palabras iluminadoras del también poeta Winston Orillo sobre esta nueva y sedienta lectura poética, a inicios de este caluroso año.



RAÚL HERAUD, ¿VERSOS SATÁNICOS?

“el futuro sin futuro
de esta tierra enferma”
“aquí huele a muerte
permanentemente”
R.H.

Lo que distingue a la feraz poesía peruana de todos los tiempos es la multiplicidad de voces, el desenfado con que los jóvenes bardos asumen la tarea de poetizar. Una y plural, la poética peruana sigue ganando batallas. Los que pertenecemos a otras generaciones –si somos auténticos- no podemos sino saludar y seguir, con atención y cuidado, a estas voces nuevas que, a pesar de un tiempo tan oscuro como el nuestro, siguen intentando mantener el fuego que nuestros antepasados recibieron de Prometeo.

Sí, en efecto, todo está –en la vida cotidiana- hecho para que el silencio y la desesperanza medren. Para que el nihilismo sea el gonfalón de las nuevas generaciones: esto, además, es muy apetecible por los dueños del circo, pues gentes, multitudes así, son las que corren, desaforadamente, con las “ofertas de fin de temporada” o, genuflexas, siguen, religiosamente, al último esperpento que la maldita TV endilga a las multitudes, en nombre de una reputísima libertad de prensa y de información.

Mentiras del neoliberalismo, ópera bufa de la globalización, añagaza del paraíso (perdido) de la postmodernidad.

Por eso nos agrada saludar a un joven poeta como Raúl Heraud que, con "Teatro de la crueldad", su más reciente presea lírica, continúa un camino salutífero: desmitificar el mundo que le ha tocado vivir; manifestar su soterrada protesta contra la inhumanidad realmente existente.

Psicólogo de profesión (civil), Raúl nos lleva de la mano por los meandros de una condición humana definidamente baldada. Sus versos –y él no lo oculta- tributarios del magnífico poeta esquizoide, Antonin Artaud, son, quizá por eso mismo, un taladro que perfora el tinglado, la marquesina aséptica que nos quieren presentar con el nombre de vida.

La sana morbosidad –valga la paradoja- de su poética es un discurrir por un mundo ahíto de seres precarios, donde Satán parece tener su curul. Lo que, precisamente, llamamos “vida común” es puntualmente torpedeado por este misilero poeta que no escatima adjetivo ni epíteto alguno para presentarnos a los íncubos y súcubos que nos quieren hacer creer que son seres humanos. Convencido de la fragilidad de la condición humana –que tanto debe haber aprehendido de sus pacientes tendidos en el diván terapéutico- Raúl canta y, con ello, igualmente es una paradoja, exorciza este teatro de la crueldad que, de otro modo, acabaría con nosotros.

Y precisamente, la poesía es su tabla de salvación, y al echarla a andar, igualmente, nos salva a nosotros, sus atentos lectores que, al ingresar a la carpa de su circo trashumante –la vida misma- nos damos un baño lustral, absolutamente necesario para seguir viviendo en medio de ese ser autodestructivo que es nuestro propio hermano, que somos nosotros mismos. Porque allende lo existencial de esta poesía, se halla su protesta contra el mundo de barbarie que, ahorita mismo, padecemos, con hordas de bárbaros atilas que bombardean escuelas, hospitales, universidades, “aquicito no más”, en la Franja de Gaza.

Yo invito a esta lectura; a la de proyectar los enhiestos versos de Raúl Heraud, al mundo de la bárbara cotidianidad que perpetra, día de por medio, un nuevo holocausto, esta vez por obra y desgracia de los que ayer sufrieron uno similar.

Esta poesía, asimismo, es una protesta contra el asesino que mata un millón de iraquíes con la mentira de que poseía armas de destrucción masiva, que nunca se encontraron.

Este "Teatro de la crueldad" de Raúl Heraud tiene no solo olor a azufre, sino a los componentes atómicos que se usan –por los propios hombres- para destruir al hombre.

¡Qué mejor ejemplo de sinrazón puede darse?


La Calera, enero 8 de 2009.
Lima PERU.

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