jueves, 21 de agosto de 2008

MANIFIESTO DE LA CONTRADICCIÓN

Grupo Literario SIGNOS - Región Lambayeque - Perú

Si estoy aquí es por el AGUA.
Cromwell Pierre.
Pero el FUEGO es el signo de morir con importancia.
César Boyd.
¿Ves como se edifica el POLVO?
Ronald Calle.
Nos vamos lentamente, como aferrados al AIRE.
José Abad.

(versos del poemario colectivo publicado el 2007)

Signos de pugna
SIGNOS es una posibilidad laberíntica, un colapso instantáneo.

SIGNOS es la existencia para completarla con lo que nos falta de caos. Es dulzura y asco, pues el gusto es contradictorio en sí mismo, como en Poesía.

Manifiesto de la Contradicción es proclamar respeto hacia todos los entes disímiles: castidad-impudicia, simplicidad-complejidad, ignorancia-sapiencia, y todo lo que sea pugna y oposición; pues en Poesía adquieren su monismo incondicional o su separación absoluta, como se da en la propia vida: con contrariedad y deformación.

La otredad
SIGNOS es muchas carnes juntas, opuestas y complejas.

Hacemos nuestro el desasosiego de Bernardo Soares, la ansiedad de Juan Pablo Castel, la decepción de Hans Schnier, las búsquedas insatisfechas de Antoine Roquentin, la lúcida locura del Famoso Hidalgo, la bipartición del Dr. Jekyll, las perradas de los cadetes del colegio militar, la ceguera blanca de los personajes de Saramago; y a la vez todo lo contrario, para que se completen las oportunidades de existencia y conexión con las formas y las desproporciones del ser.

En Poesía, SIGNOS busca, encuentra, pierde, recupera, vuelve a perder, busca definitivamente para la acumulación de vida y de sentido: y aquí se expresa con los símbolos que retuercen el camino de la Verdad y la Mentira: con las palabras lanzadas hacia un pozo, una cúspide, un limbo; las palabras que algo condensan, algo insinúan en este abismo voluntario; sin embargo la Poesía habla mejor que un manifiesto, pues la Poesía es ignorar, no-saber, intuir; es decir, es la dignidad a que se aferran los predicadores.

Poeta, voz y resonancia
En toda su normalidad, el Poeta es un apóstol del exilio y la reclusión.

Nuestro oficio no consiste en escribir sólo lo que sentimos, tampoco en sólo sentir por los otros; nuestro oficio es más excelso. Tenemos la fe de los abandonados, la extraña causa del diligente, el pesimismo de los hambrientos, el optimismo del neófito, la lujuria del introvertido y la castidad del buitre muerto. Lo que decimos se nos reduce al ocio, lo cual es grandeza e insignificancia. Creemos en las contradicciones y en las voces sencillas y profundas que poseen una letanía humanizante.

No es suficiente una puesta de sol o una noche de luna para escribir Poesía. Cada suceso, cada mínimo movimiento, por más pedestre que sea, encierra un misterio, y el Poeta no sólo puede describir ese misterio, sino revelarlo a los que no son capaces de percibirlo. Porque no hay mayor entendimiento del mundo que la contemplación ni mayor contemplación que la Poesía. Nuestro asunto consiste en el entendimiento, jamás en el complejo adánico.

Para SIGNOS, ser Poeta no es estar enamorado del mundo, sino es inconformarse con todo lo que “es” él en su coloquialidad, por eso se lo destruye y reconstruye desde la Poesía.

Poesía, insurrecta mundana
La Poesía es la vida misma en su forma más pretenciosa y rotunda, y yace plasmada en la más soberbia forma de existencia: la escrita.

SIGNOS enarbola la contradicción en esa existencia. Contradecir el ser es crearse y recrearse uno nuevo, es modificar la carne constantemente, es ser la bipartición de un absoluto como lo es el hombre, entonces queremos distorsión y antagonía para hacer la Poesía autosuficiente; pues ésta soporta el mundo cuando ni él se soporta, controla el caos cuando las utopías lo condenan.

La Poesía es amoral, apolítica y apátrida. No es denunciante. La denuncia es la politización de una misericordia y de una respiración. Ella no es el remedio; es la carga, la convulsión, la resonancia.

La Poesía habla por el Poeta. El Poeta es sólo su instrumento.

SIGNOS no desea amoríos con la Poesía, aunque nos vence su atracción: es reserva de lujuria y desquicio, la paz y la guerra, la persecución y el hallazgo. La Poesía es una fuga y un encierro.

SIGNOS la utiliza. Pernocta con Ella. La abandona. La recupera. La vuelve a abandonar para quedársela entre sábanas.

En Poesía, la significación llega a su nivel más alto, tal es el logro de la lengua, su gloria, su atributo máximo, su vuelo cósmico. Ese tope supremo e inmejorable es el fin del lenguaje artístico, sólo superado por él mismo. SIGNOS exige de ese lenguaje sus caminos de refulgencia y oscuridad, de polisemia viva, sin falsear los trazos y sin forzar las claves.

La Poesía es lo más antinatural que existe. Es desorden y espasmo.

Ella lee el mundo, lo desfigura, lo excusa, lo superpone, lo hermetiza, lo simplifica, lo plasma, lo disocia, lo maldice, lo bendice; pero jamás lo salva. Si ese fuera su efecto, estaríamos en el paraíso. La Poesía no se salva ni así misma y SIGNOS tampoco.

SIGNOS: camino de desesperación, facto de contrariedad.
Agosto, 2008.

domingo, 17 de agosto de 2008

Los autores oficiales y propuestos en los estudios literarios en la Región Lambayeque

Nicolás Hidrogo Navarro*

El impulso y éxito editorial de un creador literario, -teniendo como base su calidad y sostenibilidad y actividad artística en el tiempo- descansa indefectiblemente en su inclusión o exclusión de las programaciones oficiales, y en parte por el favor de la crítica literaria o del automarketeo.

En la región Lambayeque, existe sólo existen seis autores consagrados en las prospectos y en las programaciones oficiales desde el año 1986: (poetas) Alfredo José Delgado Bravo, Mario Florián Díaz y Don Nicanor de la Fuente ; y (Narradores) Mario Puga Imaña, Andrés Díaz Núñez y Carlos Camino Calderón, quienes gozan del favor del “condicionamiento y presión oficial educativa” de ser leídos sí o sí. El resto hace cola, se esfuerza por entrar con la adarga de su poesía o se queda a dormir esperando cual manchego bajo el frondoso árbol de la paciencia y el conformismo, la benevolencia de la oficialidad y la posteridad cuando yazca bajo tierra.

A) Fundamentos de la propuesta:
Toda actividad literaria, por libérrima que sea en su accionar, se pretende ser un acto colectivo de modelación obligada de lectura, debe estar circunscrita a determinados parámetros formativos:

a) Relevancia edificante del contenido de la obra. Sus contenidos deben tener un ideal humanizante y formativo, reflejar el mundo real y un mundo posible. Debe cumplir una función de revaloración del ser humano como un ente en proceso de formación y hominización. Aún cuando sus personajes sean los antihéroes y sus argumentos conflictuados de hiperrealismo, debe subyacer un efecto carambola: descubrir el mal para construir un ideal más perecedero en el subconsciente del lector.

b) Tener un uso intensificado del lenguaje literario con propósitos estéticos y comunicativos. Una obra literaria debe ser un trabajo permanente de refundición y pulimiento, debe ser un producto acabado, pensado, intencionado, que, sin perder su exigencia de originalidad, debe tener un correlato en la historia misma de la civilización, la cultura y el diacronismo literario. No hay producto estético primigenio y silvestremente purísimo original, somos una continuidad evolutiva del cosmos, somos un todo sistémico: lo que vemos, escuchamos, soñanos y hasta lo que no soñamos otros en latitudes y espacio y tiempo diferentes lo ha hecho ya. Lo literario se diferencia de lo ordinario de nuestro parlar coloquial y familiar, por el lenguaje y por la intención efectista. Una buena obra literaria comunicativa para todos, incluye a todos los lectores.

c) Implicancias y correspondencias autor/obra. Un producto estético es el reflejo calculado, intencional o forzado de quien lo elucubra, fabrica y divulga. El autor puede reflejarse o esconderse en el reflejo de su obra, pero allí gravitan su alma, su esencia, su visión del mundo, sus expectativas y frustraciones, sus deseos y sus desencantos. Como la cara de una misma moneda autor/obra es el producto dicotómico que arrastra hacia la valoración de la obra y su autor en dimensiones diferentes, pero con una perspectiva unitaria que debe implicar un responsable equilibrio. No podemos amar a la obra y odiar al creador o viceversa, no podemos separar al producto creado y justificar al creador con todas sus noias y perversiones. Un buen y auténtico poeta que canta con la belleza de sus palabras, debe ser como persona tan igual o similar como su producto intencionalmente creado. De no ser todo eso así, algo será postizo, falso: la obra o el creador.

d) Equilibrio entre lo global y lo local. El ideal y aspiración de toda autor u obra es enajenarse y hacerse universal, traspasar los linderos de lo personal, familiar y amical, por ello una obra debe ser escrita pensando en el mundo entero, aunque su concepción sea desde alguna aldea remota de cuatro casas. La literatura puede empezar en sótano oscuro de tu cuarto, pero pronto debe emerger hacia la inmensa luz de la divulgación sin que tu soledad creadora le tema al bullicio de a muchedumbre. Tu aldea no está flotando sola en el mundo, sino que es parte de un todo, a veces sin que lo sepas. Tu tema, por lo tanto, debe interesarles a todos.

e) No es lo mismo sencillo que simple. Los grados de intensidad de los estilos literarios son variados como los temas, el manejo del lenguaje. En literatura se puede ser cultista como cotidianista, pero siempre manteniendo el lenguaje literario como eje diferenciador de lo simple, lo que no tiene trabajo ni generar admiración ni expectativa. La literatura es una vorágine permanente de motivación al lector y no debe ser aburrimiento. Debe ser, por ello un invitación a la lectura para buscar experiencias nuevas y que asombren.

Dentro de este panorama de encuadre y fundamentación se entiende que, hacer literatura es una actividad seria, madura y elevadísima, y, no un mero acto irresponsable y borrachinesco, contracultural y degradatorio, pervertido e incongruente, que, lejos de edificar al hombre y a la actividad l, desacredite al autor, a la obra y al gremio mismo de creadores. Un autor debe estar incluido en un contexto educativo por su vida ejemplar y por su obra formadora y promotora del gusto estético. Un creador literario es un hombre público, tanto igual como sus productos estéticos, por lo tanto si imagen personal como artística está en permanente escrutinio de sus lectores y la misma sociedad civil. Cualquier inclusión de un autor oficial, debe guardar el fondo y la forma de un paradigma social axiológico. Al igual que un docente ingresa físicamente al aula, un creador literario ingresa con su vida y obra en hojas escritas y es sometido a un debate, a una exégesis de lo que quiso decir y no quiso decir, de sus intenciones y propuestas. Ningún autor podrido debe ingresar a un aula a putrefactar a los niños y niñas, a los jóvenes y a la sociedad en general, para degradarlo y deshumanizarlo.

B) Criterios de inclusión
a) Ser autor que acredite por lo menos dos obras literarias publicadas y socializadas en la comunidad regional lambayecana.

b) Tener una trayectoria literaria reconocida en el accionar literario lambayecano no menor a cinco años. (No se excluye por la procedencia o lugar de nacimiento. Autor que produce literariamente por más de cinco años en un lugar, debe ser considerado de donde concibe y entrega su producto estético).

c) Se debe considerar los géneros literarios: Narrativo, lírico y dramático.

d) La obra literaria debe ameritar un consenso de relevancia literaria, por un comité de especialistas multidisciplinares: lingüistas-literario-pedagógicos).

e) Según el nivel intencional los autores debe estar incluidos en los planes de estudio con obra al cato, biografía actualizadas, métodos de análisis y estudio literarios y configuradas en un contexto histórico-literario, subdivididos los autores bajo la siguiente subclasificación:

a) Literatura infantil y juvenil

a.1. En poesía
Emiliano Niño Pastor, José Eufemio Lora y Lora, Juan José Lora y Olivares, Mario Florián, Nicanor de la Fuente , Alfredo José Delgado Bravo, Estuardo Deza Saldaña, Max Dextre Camacho, Raúl Ramírez Soto, Carlos Bancayán Llontop, Jorge Fernández Espino, Ricardo Rivas Martino, Juan Ramírez Ruiz, Guillermo Ortiz Suárez, José Vargas Rodríguez, Manuel Orlando Uceda Campos, Hildebrando Briones Dávila, Víctor Hugo Parraguez, Mariana Llano, Javier Villegas Fernández, Enrique Solano.

a.2. En narrativa
Carlos Camino Calderón, Andrés Díaz Núñez, Joaquín Huamán Rinza. Mario Puga Imaña, William Smith Piscoya, Nicolás Hidrogo Navarro, Dandy Berrú Cubas, Gilberto Maxe Suxe, Rully Falla Failoc, Elio Otiniano Maurici.

b) Literatura educación superior

b.1. En poesía
Emiliano Niño Pastor, José Eufemio Lora y Lora, Juan José Lora y Olivares, Mario Florián, Nicanor de la Fuente , Alfredo José Delgado Bravo, Estuardo Deza Saldaña, Max Dextre Camacho, Raúl Ramírez Soto, Carlos Bancayán Llontop, Jorge Fernández Espino, Ricardo Rivas Martino, Juan Ramírez Ruiz, Guillermo Ortiz Suárez, José Vargas Rodríguez, Manuel Orlando Uceda Campos, Hildebrando Briones Dávila, Víctor Hugo Parraguez, Stanley Vega Requejo, Ernesto Zumaràn Alvites, Luis Yomona Yomona.

b.2. En narrativa
Carlos Camino Calderón, Andrés Díaz Núñez, Joaquín Huamán Rinza. Mario Puga Imaña, William Smith Piscoya, Nicolás Hidrogo Navarro, Dandy Berrú Cubas, Gilberto Maxe Suxe, Rully Falla Failoc, Elio Otiniano Maurici, Bruno Buendía Sialer.
La literatura lambayecana no sólo tiene una riqueza lírica y cosmogónica, lúdica y referencialmente terrígena y de transculturación temática con sincretismos regionales costeros y selváticos, llena de leyendas urbanas derivadas de la ruralidad, los mitos, las tradiciones y costumbres de sus pueblos, sino que en ella se esconden los sueños colectivos y las perspectivas de todo una región a través de quienes saben canalizar con imágenes, figuras y alegorías, el misticismo de un pueblo muchik que reclama un lugar en la historia literaria nacional.
*Escritor. Docente. Promotor Cultural.