Por: Yojani Mogollón Abad
Al poeta Ricardo Musse, le fascina navegar por el cosmos literario con los remos de la libertad, audacia, encanto y experimentación. Ello lo evidencia en el insondable universo lírico del que se apropia, para manipular la palabra y hacerla arte; donde el tema es la excusa y el medio que el poeta busca para volcar sus inexorables sentimientos e inmiscuir al lector en esa extraña pendiente poética que cautiva y enriquece.
Este poemario, “La nave de los desiertos isleños”, está compuesto de dieciséis constructos, tejidos con una marcada originalidad creadora e inspirados en íconos generacionales de la música. En él prevalecen dos cualidades esenciales: es una obra oportuna, pues, corresponde, a este momento postrero, inmortalizar, a través de la poesía, a estos símbolos musicales; y es una obra sólida, porque es producto del pensamiento bien meditado y acabado del capitán de la nave.
La aventura poética nos conduce a memorar a Elvis Presley, Jimi Hendrix, Bob Dylan, Jim Morrison, Rollings Stone, Kurt Cobain (Nirvana), Madonna, Alanis Morissette, Dido, André Calamaro y Soraya. Cada poema refleja el profundo desierto isleño, que han padecido y encarnan estos artistas, de ahí la aposición explicativa antes mencionada.
¿Qué atrae al poeta, a la azarosa odisea de aquellos personajes? Dejemos que sus versos nos respondan:
“La guitarra y sus tristes acordes, desgarrándonos y lacerándonos;
combinando las oscuras elegías de un lastimado corazón,
inmensamente conmovido por su profunda y desfalleciente soledad,…”
combinando las oscuras elegías de un lastimado corazón,
inmensamente conmovido por su profunda y desfalleciente soledad,…”
“La palabra descubre un estado psíquico” . Las palabras, no sólo son recursos lingüísticos que estetizan esta producción literaria, sino que, en ellas, se encuentran los indicios semánticos que nos muestran su sensibilidad, ánimo y actitud lírica. Entre ellas, se puede percibir la espontánea repetición de signos verbales como “elegía”, “atávica”, “abismo”; éstas nos conducen, cual si fueran brújulas, por la plenitud de este vasto e inquieto mar poético, de recónditos y nostálgicos oleajes; hacia la revelación de sus profundidades.
“Emergen elegías de oscuros abismos,
el viento desfalleciente que se dispersa dentro del
/corazón…”
el viento desfalleciente que se dispersa dentro del
/corazón…”
En conclusión, se puede aseverar que el intimismo del autor sintoniza con las almas vulneradas de estos cantantes. Tal como ellos, que alguna vez, albergaron “la orfandad del mundo” en sus endebles espíritus y la dejaron surgir a través de la música, paralelamente, el poeta ha experimentado ese desamparo y lo ha hecho emerger a través de la poesía. Unidos por el amor al arte y la complicidad de sus infinitos infiernos, han encontrado el motivo para coincidir en el mismo puerto, al que ha arribado la nave poética: “Música”.