Un profundo garabato
A Laura Muñoz Ramos
Recorrí tantas montañas; tantos mares, tantas caídas, tantos ardientes días para hallarte, que cansado y con dolor en pies y alma, sin más voluntad que encontrarte, la vendada fe de la locura me hizo descubrirte:
En el silencio de lo cotidiano, del tiempo que se comparte y no se sabe, la proximidad pasó como un presentimiento de sensaciones infinitas.
Y hay cosas que no me perdono, como el no tener dos bocas: una para decirte palabras enamoradamente eternas y otra para sentir el sabor de tu piel, como el no saber que siempre estuviste cerca.
Intento ver tus sueños a través de tus ojos; pero temo me condenes al insomnio y a la sordera de tu mirada riente.
Y vuelvo a escuchar el revoloteo de espesas palomas y la noche se vuelve día y los días sueño y el cielo se convierte en gotas dosificadas que crean proyectos y tu nombre suspiros.
Y me pierdo entre los huecos de tus mejillas cuando sonríes y el tiempo se detiene en tus palabras y te siento en todo y yo no me siento y la sangre se convierte en ceniza y la ceniza en tu imagen.
A Laura Muñoz Ramos
Recorrí tantas montañas; tantos mares, tantas caídas, tantos ardientes días para hallarte, que cansado y con dolor en pies y alma, sin más voluntad que encontrarte, la vendada fe de la locura me hizo descubrirte:
En el silencio de lo cotidiano, del tiempo que se comparte y no se sabe, la proximidad pasó como un presentimiento de sensaciones infinitas.
Y hay cosas que no me perdono, como el no tener dos bocas: una para decirte palabras enamoradamente eternas y otra para sentir el sabor de tu piel, como el no saber que siempre estuviste cerca.
Intento ver tus sueños a través de tus ojos; pero temo me condenes al insomnio y a la sordera de tu mirada riente.
Y vuelvo a escuchar el revoloteo de espesas palomas y la noche se vuelve día y los días sueño y el cielo se convierte en gotas dosificadas que crean proyectos y tu nombre suspiros.
Y me pierdo entre los huecos de tus mejillas cuando sonríes y el tiempo se detiene en tus palabras y te siento en todo y yo no me siento y la sangre se convierte en ceniza y la ceniza en tu imagen.
Al contacto de tu voz elocuente los horizontes convergen y los arrecifes se contraen y los mares se vuelcan y el cielo y la Tierra se tallan en un mismo lugar, aquí, dentro. Y me vuelvo loco, niño, vagabundo, profeta, soñador… un profundo garabato.
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OBED GONZÁLEZ. 1969, México, D.F. Maestro, becado y egresado de la escuela de escritores de SOGEM (Sociedad General de Escritores de México). Ha publicado Hidrofobia, Otra vez los Perros y Muerte de tercera entre otros libros. Textos de su autoría han sido antologados en libros como: La luz que va dando nombre, Bendito sea tu cuerpo en Perú, Eco de voces entre otros. Ganó el Segundo Lugar Internacional en el “Primer Concurso Interdisciplinario de Arte 2007” en Argentina en el género de ensayo y Mención honorífica en el “Primer Concurso Mundial de poesía Erótica 2007” en Perú entre otros.
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