martes, 31 de agosto de 2010

De CUATRO IMPERIOS O ESTÉTICA DE LAS REVELACIONES (libro inédito de Cromwell Castillo)

¿TODOS LOS FUEGOS, EL FUEGO?

Aristóteles, cuando analizaba la polis, decía que los individuos que la habitaban no sólo buscaban algo en común, sino también “vivir bien”. La polis aristotélica devino en lo que conocemos como ciudad, y su habitante se hizo urbícola.

En este espacio desbordante, el “vivir bien” ya no parece una necesidad sino por el contrario un sueño imposible, y el urbícola se acercó a quererse separar cada vez más del interés común, del mismo Fuego que lo lleva a ser uno solo con sus semejantes. Esto último, al entender del filósofo griego, era la Felicidad.

En el poema “Fuego” de mi amigo Cromwell, la ciudad es un embuste y, a su vez, la única fuente de conocimiento. Tres segmentos quizá lo prueben:

“Fuera de la ciudad
tu ojo no puede devorar el Fuego de las revelaciones”.

“Las calles son una revolución discreta y profunda”.

“Ama la ciudad,
ámala guardián en su abundancia
y busca lo imposible: Florece en el cemento”.


En la ciudad, los individuos separados, aquellos que no serán jamás un solo Fuego, se insertan en una serie de perturbaciones. La ciudad los ha traicionado. Nunca esperaron el fraude de la convivencia. Tal vez así lo percibe Cromwell contradiciendo un verso de mi poema “Desintegración de la huida”, y agregando otros más:

“El fuego NO es el signo de morir con importancia”. (El “NO” con mayúscula es mío, para referirme al agregado de Cromwell a mi verso).

“La ventaja de emigrar al Fuego
es no prescindir del ruido de sí mismo”.

“Por eso
coge tu abismo y calla tu Fuego”.

El Fuego de Cromwell es el Individuo, el Rezagado. El Fuego es la negación de una polis armónica, de una ciudad común, de una misma corriente.

Dicho esto último, y para alejarme del contexto, quizá fue esa la fuerza que lo llevó a separarse de SIGNOS, en el cual tal vez dejó un sueño de Felicidad o una decepción intensa.

SIGNOS lo entiende, pues, Cromwell, el grupo siempre será tu casa. Y la poesía del mundo es ese Fuego soñado, y para decirlo en jerga: ese HIPERTEXTO que la humanidad construye como un solo Individuo.

César Boyd Brenis



FUEGO
A los amigos poetas Armando Arteaga y José Briceño Berrú

2
Fuera de la ciudad
tu ojo no puede devorar el Fuego de las revelaciones.

Todo testimonio de luz
reverbera en la niebla deseoso cántico
donde ruinosas estaciones te columpian secretamente.

El precipicio es indivisible. El férvido imperio
enraíza en el cuerpo su danza
para una nueva alteración.

Todo círculo trazado en tu ojo se remonta al vértigo.

Entonces la genética del Fuego se advierte
en esa virtud de no amar
el universo de las flores bellas.

Niega la artificialeza del sueño insuficiente.
Ruptura la falsedad en esta fracción de tierra posible.

Bajo el filo de tu pregunta fundamental
he lanzado una inminente botella al camino.
Dentro de ella trozos de papel son pugna
y desenlace:

El nuevo fulgor contenido
irá convirtiendo en magma
perenne
lo indecible.


4
Afuera,
la ignición de la hoja en blanco es incesante.

La ceniza nos hace irremediable naufragio.

Peregrina dentro
como lenguaje que dispone los vacíos.

No sueña su Fuego:
Lo es eterno
en la anunciación de la próxima muerte.

Es Fuego aprehendido.


7
Llegar a la luz elemental.
Llegar a la orilla donde arena húmeda
sostiene nuestra incertidumbre.

La ventaja de emigrar al Fuego
es no prescindir del ruido de sí mismo.

En medio de nosotros, la fogata
fragmenta la oscuridad inicial
y entiniebla los rumores del agua colindante.

La respuesta es superficie iluminada:
No temamos al origen de la piedra.

La más reciente manifestación de tragedia
ahora es gozo y mística de resistencia.

El viaje al Fuego es un conocimiento radical y llano.

Aunque variable y sonoro es el mensaje del agua
las llamas han alcanzado elevación de cántico silvestre.

Nuestra condena no es ligereza natural,
es sonido voraz que la vida debe decir para siempre.

Desde aquí hemos merecido los giros del propio ruido.

En el día nuevo, todo mensaje es un desplome:
La espaciosa agua no pudo llevarse nada.

Hay brasa y ceniza en todo intento de Fuego:
Todo está intacto.

Es que somos nada.


9
No.
El Fuego no es el signo de morir con importancia.
Es resistirse
bajo la hoguera del sol latente
y celebrar la sombra.

Entonces prepara para la noche la sangre
de heredados rituales
si el delirio cobra de sí su último aullido transparente.

Las calles son una revolución discreta y profunda.
Dentro de nosotros
también la consecuencia define el orden y el dominio.

Ama la ciudad,
ámala guardián en su abundancia
y busca lo imposible: Florece en el cemento.

Arrójate al designio de agrietar los labios
sin importar el lenguaje monótono del nuevo día.

Ensaya viejas laceraciones cuando despiertes:
Saber bifurcar los miedos es punzar el sueño
de los que abrevian la angustia impunemente.

Por eso
coge tu abismo y calla tu Fuego.
Es mejor atravesar las horas contenidas
con la magia mortal de una pregunta ardiente.



CROMWELL CASTILLO CABREJOS
[Motupe – Lambayeque. 1981]

Ex miembro fundador del Grupo Literario Signos. Es artista plástico y diseñador gráfico. Ha obtenido algunos premios literarios. Ha publicado “Agua” y “Transfiguración o el sonido” en SIGNOS (Tiro de Gracia Editores - Chiclayo, 2007) y “¿Dónde acaso es camino?” en DEMOLICIÓN DE LOS REINOS (Sol Negro Editores – Lima, 2010). Trabajos suyos aparecen publicados en revistas físicas y virtuales de Perú, Venezuela, Chile, Argentina, México, Estados Unidos, España y Francia.

Dirige la bitácora: http://gambito-de-rey.blogspot.com
E-mail: cromwellpierre@hotmail.com

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