ABSOLUCIÓN DE LA NOCHE
José Abad Ascurra
José Abad Ascurra
Confidencias
El ojo que te espía esta nocheagazapado tras la puerta
es la muerte:
La gélida mano blanca,
la guadaña cortadora de sueños,
la devoradora de imágenes.
Vedla ahí, sonriendo entre dientes,
fingiendo compasión por tu existencia;
humillándote con su silencio de enigma.
La horrenda muerte que no sospecha
que también a ella
otro ojo la espía.
Hallazgo
En esta impenetrable hora
donde los ojos,
cansados, desobedecen la rutina
de vivir;
en esta desdichada hora
en que recuerdo tu boca
llenándome de sueños que no fueron;
la hora funeral y terrestre
que he temido por siempre;
descubro que mi vida
es una novela
que alguien escribió para olvidar
que también le escribían.
Artificios
Es tarde para intentar dormir:
El sueño está despierto.
Es tarde para empezar el mundo:
Dios ha muerto.
Y el hombre cree que está vivo.
Ángel nocturno
Fantasma del aire.
Constante transformación de cuerpos
en espadas
y de bocas en sangre.
Lenta disolución del pecado
en alas ciegas.
Más allá de todo tiempo
tu luz persiste aferrada a la noche,
muerde la carne blanda de la existencia
que no retienen las campanas.
Otorgas un perverso recreo
a la soledad que te alimenta.
Ángel de la ceguera. Puerta
donde escapar a otra muerte más lenta.
¿A QUÉ JUEGAS?
Fiesta
A Cesarina Vásquez Torres.
Tiene razón la estatua
para seguir durmiendo.
El mundo cansa
y duele entre los ojos
la certeza.
Qué viva el sueño
y la nocturna
caricia de la luna,
que pone en nuestros párpados
polvo y olvido.
Resistencia
Unidos por la constante lucha
de no rozar las piedras que duermen
siglos de violencia y sangre inmóvil.
Atados secretamente por el agua
y su continuo lenguaje.
Sumergidos hasta desaparecer
en una sola carne que desconocemos;
subterráneos,
usando máscaras alegres;
afrontamos el último ritual
que nos permite la muerte.
Proverbios
Ha volado el caballo hacia el vértigo de la tarde.
Los días eran siniestros relojes
adaptados al olvido.
En la calle la muerte controlaba los semáforos,
invadía las casas
con su nombre abominable.
Cada ciudad perece bajo su turbia historia.
El final del hombre es un fracaso patético.
Murieron para siempre
las estatuas en los parques.
¡Cuántas horas postergadas sólo para decepcionarnos!
Sí, todo final es terrible. Juntamos
vileza en las arrugas,
repulsión en la misericordia
de nuestras pérfidas rodillas.
Nos vamos lentamente, como aferrados al aire.
La tierra se encarga de esconder nuestros hedores.
Ha volado el caballo hacia la vertiginosa lascivia.
El placer mata cuando refrenamos su impulso.
No nos vamos del todo. Nos hemos multiplicado
absurdamente
como odiosas raíces en los confines del mundo.
¿Y para qué tanto recelo, tanto murmullo,
tanta oración vespertina?
El deseo abotaga los sentidos
y maldecimos la carne.
Comenzamos antropófagos, políticos,
clericales.
Terminamos oscuros, malolientes,
dispuestos a esperar.
Presagio
Ha llegado el día esperado.
Los objetos tiemblan arrastrados
por una inquietud vibrante.
Despojados de falsos rencores
los cuerpos vuelven a unirse amorfamente
en la sombra.
Es el temor al final lo que nos consume.
Es el temor de saberse profanados
lo que nos alienta a destruirnos.
Por eso siempre estamos dispuestos a beber
del vértigo
el último sorbo de incuria que nos impulse.
Nada. Nada detiene esta sed de aniquilarnos,
esta sumisión a la terrible
voluntad de lo pétreo.
Tal es la asfixia que ciega nuestras manos
que no podemos rebelarnos al presagio.
Formas
Absuelves el día pagano de los muertos,
el soberbio silencio de sus bocas,
el calendario indescifrable de sus sueños blancos.
Todo lo cubres con tu sed mortal
como una ola de fuego.
En ti sucumben las fortalezas
y se derrite el tiempo.
Sólo ríos van ciñéndose a tu forma,
a la apatía de tus noches de donde huyen los fantasmas.
Sordidez y muerte se desarrolla en tu sueño
invulnerable, en tu espejo
donde quedó atrapada la máscara y la risa.
Ya no saldré nunca de tu voluntad irredimible
de construir celdas alrededor de mi celda.
Afuera la luz estricta delimita las sombras,
le da orillas a los sueños.
Vence el perfil turbado de la noche
que tarda en volver.
Tu aliento de metal hiere a cada momento
las ventanas y las puertas.
Tu luz es una epidemia y nada escapa
a su lengua lasciva y sucia.
Hay luna pero los niños no conocen
los secretos de los cuentos.
Continuas formas se disgregan en tu forma.
Laberinto feroz de donde Nadie escapa siempre.
Ni el tedio vence tu salvaje locura de perderte
en la sombra. De sujetarte a los días que no vuelven.
No hay olvido.
No conoce tu lenguaje otro secreto
que la muerte incorruptible de los cuerpos.
Lo demás, es horas transcurridas mirándose en el agua.
Jauría
Hoy me levanté de mi cuerpo
y caminé hasta la orilla.
Abajo,
el abismo resplandecía dulce
y la música era una invitación
al suicidio.
Temí que el tiempo bastardo
aniquilara este momento.
Lejos, en una ciudad de fantasmas
y monstruos
los perros aullaban mi nombre.
Estaba solo.
No había jaula ni colores.
Sólo la noche inmensa
y los perros famélicos
bebiendo mi sangre.
Muralla
Se ha ocultado la palabra en tu garganta.
La silenciosa bastarda.
Ya no sale a trepar los muslos impávidos
del mundo.
Dónde quedó tu risa, tu perdición,
tu santa obscenidad?
Eran palabras, solamente palabras
las que estallaban en las sienes hambrientas.
De qué me acusas hoy,
traidora inmarcesible?
De qué me acusa tu ciega devoción,
a los finales sin memoria?
Ya no eran palabras cuando volviste.
Ya no bastaba nombrar las cosas
para vaciarlas de la inercia.
Estabas tú, esfinge irresoluta,
parada en plena noche,
vigilándome,
odiándome tercamente para saciar tu amor
incontenible.
Estabas tú, amurallada
de palabras y preguntas.
Fuga
Un ruido…
De pronto abrió el mar
toda su puerta.
Apareciste tú,
espuma incoercible.
Desnuda
y con las alas de cuervo
recortadas.
Sólo un día duró tu falsa mansedumbre.
Te crecieron las alas
cuando empezaba a enjaularte.
Revelaciones
I
No inventes otro vuelo.
Estás destinado a arrastrarte en el polvo
y envidiar
las alas de las moscas.
II
Nos espera otra caverna detrás de los párpados.
Despertar es descubrir que no había luz.
III
La incertidumbre fue un largo simulacro
para seguir buscando,
para continuar hurgándonos los ojos
y los sueños.
Nos manipularon burdamente cada instante.
Nunca salimos de la oscuridad del primer reino.
Ritual
A Blanca Varela
Diana agoniza entre las sábanas
donde la araña del sueño teje su memoria.
Mira su cuerpo desnudo en el espejo
y se esconde en la demencia.
¿Qué oscuros rituales desencadenan
los objetos perdidos?
Diana ignora los presagios.
AGUA // TRANSFIGURACIÓN O EL SONIDO
Cromwell Castillo Cabrejos
Cromwell Castillo Cabrejos
AGUA
1
Esta vez
su disposición adquiere la forma de mi lenguaje,
es decir,
su aspecto se hace universal desde mi boca.
De todas sus posibles determinaciones,
aquí, en lo habitable,
sólo se espera su adaptabilidad;
después de esto,
quizá ella deba ser algo que no comprenda.
Pero lo no comprendido
se explica también a partir de mi desorden:
Silenciosa ventaja suya
la de enturbiar mi contenido.
Todo forma y se deforma
magníficamente
a partir de su espacio,
entonces,
de mi voz a lo insondable,
ella
es un poema
transmutando
sus abismos.
2
Al representarla,
también esta hoja mimetiza su apariencia
y se torna transparente:
No hay nada aquí que no se advierta,
no hay nada aquí que no contenga su curso
y fluya
desde su impenetrable hondura.
A veces ella,
en este fondo blanco,
no resiste su propia densidad
y pareciera
recortarse
a medida
que tocan
sus giros,
mis palabras.
Pero no,
siempre desde estos trazos
desbordará su cualidad a más imágenes,
entonces su retorno
seguirá siempre cambiante
y escurridizo entre mis manos.
Hay suficiencia en su tocante sencillez.
Contemplo cercana su multiplicidad
tan influyente como entrañable.
A partir de toda representación,
incluso ella, en sí,
frecuentará su mimética apariencia
para afluir aquí, a cada instante,
Agua.
3
Enigmática
caracola: Poesía,
donde siempre se escucha mi voz
como mar enfurecido.
En ti, el Agua
también vive fantasma,
desencadenando sonidos
de palabras,
que a veces,
jamás escribo.
4
Más allá, en mí,
correspondo al impulso súbito
de parecer Agua:
Ella tiende a sublimarse;
yo asisto a esa evasión.
Cuando ocurre,
mi canto en lo alto prolonga ceremonias
pero no es escuchado:
No hay nada más allá arriba,
sólo ella hablándome,
imperturbable acaso y apartada
de nuestra vida circular
entre todo lo inexacto.
Por eso,
allá en la cima,
no contiene ninguna respuesta:
Es la respuesta.
Y desde esta sencilla superficie
blanca,
solemne se la puede escuchar.
5
Sentado a su orilla,
he fijado en mí la fascinación de un pozo.
Es breve y minúsculo
en comparación con mis sueños,
excepto
cuando lanza variaciones semejantes
desde lo inalcanzable.
Tocar
por un instante sus designios,
es desfigurar con certeza
lo que aún no sé
(círculos encierran mi tacto
en señal de un limitado roce heredado,
a su proximidad).
Su extraña superficie es tolerante,
el Agua ágil y serena que la habita
me devuelve otra vez imágenes
y una perspectiva clara
entre lo que no se ve. Ahí estoy yo,
sumergido también
desde su origen olvidado y engañoso.
Intento opacarla nuevamente
sin algún temor discutible,
pero con la sospecha de no saber
con exactitud,
quién me llama de su posible profundidad.
6
Ella lanza quebrado paso;
como un espejo surge,
recorta el tiempo
y no supone lo difusa
que ha de verse en su sentido.
Cae en su reflejo.
Sigue cayendo
verticalmente
cada segundo
en la espesura
del abismo.
Sin embargo hay días
que redobla su cauce,
se despeja
y cristalina ha de verse en su corriente.
Agua:
Gota, charca,
río, catarata,
porción de mar
se oculta en su costado.
Como el humo se dispersa,
avanza ágil
y no sabe su trayecto
a las puntas del espacio…
Al suelo lo condensa en su caída:
Vertiginosa,
en declive su salto máximo,
cae
y es principio contenerla.
7
Si estoy aquí
es por el Agua.
¿Cómo no
transfigurarla más
cuando desciende?
Esta vez
discurre desde mí
bajo la forma
de lágrimas.
8
Aunque su orientación
siga siendo la misma,
se han primitivado mis palabras
buscando apariciones en lo absoluto.
Huyen mortalmente como imágenes
sedientas de esta superficie:
Desde aquí,
desplomarse en círculos
como un poema hondo.
Después de todo este tiempo,
en todo lo que surge de mí,
no han dejado de allanarse
a partir de mi tintura: Agua oculta,
inmanente,
confirmación de todo lo extraviado
en mi desorden.
Pero al ser yo quien las escribe,
yo quien merodea en torno
a esta superficie incalculable,
soy una especie de Agua oscura
que observa otra,
sin sentido aparente
para intentar escapar de las palabras
que también me escriben;
entonces
sucumbe la forma de lo que no se ve
entre lo que está dispuesto a frecuentarme.
Soy yo
la misma búsqueda de siempre.
La misma aparición en lo transcurrido.
Lo mismo.
9
Si la nombro,
toda emisión que origina la palabra
es oquedad, y me habita:
Compleja indiferencia la del lenguaje.
Complejo su envío que toda sed organiza.
Puedo saber que al papel le sucede lo que al agua,
advertir el desplome que contiene
cada página en blanco sin tocar el golpe.
Comprendo en mí su precipitación.
Es posible todo desde algún lugar:
Lugar exacto yo
destinado al precipicio.
Desde allí,
frente a cada rumor que admita,
toda caída
se irá fragmentando
en gotas.
10
Quizá
haya más certeza en su interior
que en mis palabras
(la hay en lo transcurrido).
Con ellas
me incomunico en ellas
y mi única perspectiva
es la dispersión a la altura
que es incierta.
Pero el Agua
habita hasta lo que no conozco
y yo, sospecha constante,
soy lo impreciso en toda emisión.
Me contiene sólo
cuando escondo intenciones
que nacen a partir de mi descenso.
El descenso se transfiere.
Su generalidad sujeta.
Aquí
no es el Agua una cuestión semántica.
TRANSFIGURACIÓN O EL SONIDO
Poesía
Como hoja del aire,
deslízate aquí, Poesía,
entre tantos cuerpos mutilados de palabras,
entre formas y sonidos o cantos leves.
Destiérrame.
Busca en ti, el lugar lejano que soy yo;
porque sólo tú
eres en suma, variación:
hoja,
o aire entre las hojas.
Transfiguración
Para ser otro
me fijo la máscara de un hombre.
¿Qué podría decir ahora con esta máscara?
La distancia de mí hacia mí me hace ciego,
y en ti
nuestros ojos son distintos y multiplicados.
Sólo la sombra me estudia al anteponer un artificio al sol,
y lo distinto de los ojos
no está en sus raíces ni en sus formas…
No sólo lo cóncavo y lo sencillo determina lo perpetuo,
pero esta vez debo apoyarme en las palabras
-máscara concebida-
para descubrir qué otras voces recreadas discurren en mí.
Los ojos definitivos tienen una determinación de iluminados
y se ocultan en mí mismo. Todo silencian
menos su ausencia y las visiones.
Por eso, cuídate Sueño Prolongado,
pues si estoy aquí,
¿dónde más estaré ahora?
Tú eres la transferencia de todo esto.
Acecho
Tiempo,
el sonido rompe tu imagen
y mis manos se semejan a un espejo en la sombra.
Todo es posible,
nada se advierte siquiera a tu rumor indescifrable.
El espacio surge entre tus fauces
y mi grito se dispersa entre punto y punto
en una larga exploración de las cosas.
Tiempo,
lenta disposición de un vacío que me acecha,
caída de mis ojos
a lo desconocido del vacío y la búsqueda.
¿Cuál es tu estigma?,
¿Dónde seré yo tu camino, caminante inquebrantable?
¿Acaso eres el Poema,
eres flor o eres muerte,
desvío que restaura cada exploración de los relojes?
Suma de escenas, dime
si eres sentencia
o la clara sensación de un cuerpo
encerrado en un artificio colindante
a las palabras prometidas.
Anuncio
He ahí una mariposa.
¿Cómo se llama eso en una noche?...
Yo aún no lo sé,
pero si tratas de ignorarla,
sólo mírate
y escapa,
Ojo Absurdo.
Sucesión
En mí
hay otros que caminan hasta el final del día,
y toda escena diferente que originan
se parece a mí en lo insondable.
Frágil resonancia.
Después de toda puerta hay una puerta contenida,
y esta sucesión nos atormenta, nos obsesiona, nos hermetiza.
Tenaz lucha que no cabe en un espejo
(todo cabe pero nada se transporta).
Espaciosa orilla donde no me veo, ésta, la desconocida.
Pero todo nos incluye y soy otros igual que yo-mismo.
¿Qué otro en mí se podría mirar tanto como yo no?
Reflejo recurrente,
signo estancado,
imagen sublimada dentro de todas las preguntas,
me hallo, me invento, me ubico.
Entonces
¿Qué soy, o quiénes?
Resonancia
De tus manos a tus ojos
hay un ángulo que se cierra
presto a infiernizarte.
Dices que hay millones de puntos-luz
que te circundan,
pero sabes que eso es un conocimiento ingenuo.
Al mirarte,
yo no poseo diferente dimensión que la tuya,
porque en ese continuo juego de las escondidas
tampoco daré conmigo.
Nos negamos; es ineludible
aún cuando el cuadro se enmarque
con la mínima sensación de buscarnos, sin reconocernos.
Cabe la posibilidad de quitarnos las manos de encima,
cabe la posibilidad siquiera de envidriar nuestros ojos
por unos instantes, sin comprendernos.
Entonces somos el escape,
somos una fuga sin salida de emergencia.
El infierno no son los otros,
somos nosotros mismos
en busca de la última propagación del mal
que son nuestros sentidos.
El Poema
Por cada sueño que te habita
le nacen alas conocidas a mi vuelo.
Oh región desconocida y habitada de mi cuerpo,
todo sueño que prolongas es definitivo
y todo vuelo que me hace conjugarte
me lleva a tierras más lejanas que la tuya.
Tiene de condena tu origen terrenal o pedregoso.
Y yo que también soy ave,
tengo una jaula dentro de mí
-esperando por mí mismo-, aquí
en las entrañas.
AGONÍA COMPARTIDA
Ronald Calle Córdova
Ronald Calle Córdova
Agonía compartida
Soy la única tumba que camina,
esperando las palabras que le faltan
para completar el epitafio.
Giuliana Mazzetti.
El orbe está sudando su estío en mi frente
y su hijo sufre aquí en mi espacio,
le han clavado una daga en su costado:
Duéleme.
¡Anda! Toma mi mano,
cubre tu herida
y ven,
levantemos la antorcha del hambre,
miles de hombres nos contemplan.
Confieso
Desde luego,
mis palabras rompen la significación de su lenguaje
y en mis venas circulan letras en busca de mis manos
no las que dijeron adiós con una caricia
sino las que dan libertad
a la palabra que de algún modo
ya era libre.
Del hombre, su sed y su lluvia
Ves cómo se edifica el polvo?
las gotas caen y a ellas vuelven,
vuelven siempre unidos: el hombre,
su sed y su lluvia,
No, nunca vuelven, jamás se van;
descendieron llenos de pecado,
un día de sol ardiente, de gotas
cortantes, amargas.
Viajas y sueñas a ojos abiertos,
construyes recuerdos llenos de ausencia
mientras tu lluvia sigue de palmo
a palmo
quemando tus pasos
y no se cansa de llover.
Llueve a cántaros y su sed no se moja
más que del rescoldo contraído de su vientre,
su sed no alcanza,
menos gusta del maná
en el desierto humano de su éxodo
(avanza
con su mirada puesta en el trigal y la vid).
Mal quedaría si otras cosas dijera,
callo y no otorgo,
callo y no os doy otra estocada,
hermanos.
Callo y guardo… desesperanza.
Fuego, polvo: Hombre
Aun no estás contrito ante la vida,
suplicando,
compungido por haber perdido lo que no conoces.
Dejas caer la piedra y tus labios besan
la noche
queriendo salvar un silencio fugitivo.
Las cenizas caen sobre tu vívido cuerpo,
tu aliento queda convertido al polvo
y un instante
quema tu piel, tu carne,
tus huesos.
Sueño-realidad: besos mojan la lluvia
desprendida cual rayo gris
de tu agonía.
Vienes gritando fuego hay en el polvo,
polvo hay en el fuego.
Y sigues acrecentando tu deuda,
en tu vana búsqueda
de palomas blancas sobre el olivo.
La vida se gasta, la deuda es honda,
no sé si eterna.
Vas pensativo, mirando al cielo en tu andar
disfrutando del fuego, del polvo: del hombre.
No preguntes
No preguntes por el vino
y tu copa,
apenas siento la caída de mi cuerpo
hacia un vacío sin edad, sin nombre.
No preguntes por la hora,
igual es tarde o temprano
cuando los caminos esconden tus palabras.
No.
Quizá soporte menos si digo nada,
aun así, el vino
miente a mi boca y te multiplica
como el milagro de los panes.
Constancia
¡Este es un plato vacío! había dicho.
Luego tomó sus alimentos: nada.
En sus ojos filtrábase
un retrato.
En otro lugar, en el mismo minuto,
alguien grita junto al que paciente duerme.
Su memoria es un verdugo
en la mano postergada.
En otros lugares, ya en otro minuto,
la historia no se altera.
Travesía bípeda
El recorrido es largo y tu descanso
teórico,
has emprendido la carrera de la vida:
No hay tregua.
Aquí
no siempre cesa el llanto
cuando deja de llover.
Impasible en tu sosiego,
perturbado, te has reído de este mundo
y cuerdamente
has tomado el peso del tiempo
en una lágrima.
Tus ojos ya cansados de la espera
se han posado en el vacío de los míos.
¡Detente!
allá también hay soledad.
Exploración nocturna
No hay café que regale la dulzura de tus labios
como jamás labios simularon
lo amargo y dulce de un café.
Así, trato de ubicar algo de ti en esta noche,
como tú
buscarás algo de mí en lo que escondes,
porqué no, en un café.
Son tus labios los que cantan:
estoy aquí cuando te has ido:
bebe.
Crónica de un viajero
Y mientras un ave atraviesa el claroscuro
avanzo un paso más hacia mi Norte.
Giro a la derecha y choco con grietas y más grietas
en la tierra,
perdóname vida,
las he comparado con las grietas de tu alma.
A la izquierda volteo
y muchos avanzamos contra el caudal
apenas vivo,
perdóname vida,
cuánta gente para tan poco río.
He levantado el rostro
queriendo avizorar mi Norte
y otra vez el claroscuro con su ave solitaria,
perdóname vida,
otra vez miro lo mismo.
Hacia atrás
sólo tinieblas: he volteado tarde.
Errante
Partes con la palma dorada sobre tu manto
pensando en el amor y el olvido.
Pasas dando a las hojas
una dulce apariencia de lluvia,
o tal vez
robas a la gaviota y al buitre
una porción de su vuelo.
Por qué no dispersas la nube
que abrazada a mi luna, goza;
a esa nube que infringe tus miradas fortuitas
y mis momentos de gloria.
Vas eclipsando los vestigios de mis pasos
en tu desenfreno y arrebato de mis días,
vas dejando
en absoluto desamparo a otros hombres,
sin luz a nuevos ojos
y sin Norte a viejas formas.
Galante y furibundo juegas
con la cubierta y la vejez del hombre
que levanta en su bandera, la derrota…
Vas silente, lascivo, casi humanamente
gimiendo.
Y al deshojar frenéticamente la rosa
sustraes a mis tardes, su aroma.
Distanciamiento
Frente al papel, frente a la noche
alguien espera.
Ella,
desde cualquier punto vino
y tan sólo dijo: aprende de las aves,
ellas aprendieron de mí.
Él,
con otra concepción del mundo,
clava sus ojos en la noche
y pasado un chispazo, escribe:
conocí una luz en lo inmenso,
era una Súper Nova
marcando su distancia
entre ella
y yo.
Representaciones
Ha pasado la imagen descalza de una pena
clara, dolorosa y pura como un parto.
Una canción me hiere desde otro espacio,
más adelante estás tú
escribiendo el epitafio que sería
el grito final de una muerte perfecta,
sirves el banquete vacío,
lleno de palabras
a las que mi cuchara jamás juzga,
(a pesar de ser un cuerpo sin conjugación verbal alguna)
ésta llora ante mi boca
harta de vocablos.
Lluvia
Bajo el llanto,
en la tumba que habito
alguien reirá esta tarde.
Los cipreses
acostumbrados a la forma que les doy
se regocijan bajo el llanto,
toman fuerza,
luchan por ser árboles,
sin saber
que dentro de la tumba habitada,
tijeras nuevas esperan
la disgregación de lo bello.
Búsqueda
Es en el más absoluto silencio
donde lo jamás esperado llega.
Son los segundos los que gritan:
¡Es menos triste
mendigar un pan a suplicar una palabra!
Y él
siente a su sombra conduciendo el cuerpo,
no por las calles de siempre
sino por los caminos de la nada.
Ceremonia
Sólo tú haces de mi memoria
una viajera fascinada,
un fuego incesante
A. Pizarnik
Es temprano aún para acostarme insuficiente,
miles de demonios han bordeado el ser
benditos por venir al encuentro de los míos:
Tú (1)
siéntate en mis labios.
Tú (2)
sostenme esta línea, reposa.
Tú (3)
controla en la puerta al adjetivo,
vigila que esta noche sea nuestra.
Tú (4)
procura sacarme de mi tiempo;
los demás:
Lloren, rían,
perturben mi lenguaje,
caminen conmigo;
y si el itinerario fuese largo
por favor
denme una tregua.
HETERÓNIMOS FRENTE AL ESPEJO
César Boyd Brenis
César Boyd Brenis
POESÍA RIVADAVIANA
(Renato Rivadavia: veintinueve años, lector de tragedias inglesas, alcohólico social).
Obstinación
- El paciente inglés -
Lo artificial perdura nítidamente
en la claridad de alguna fiesta que Romeo busca
para otra alteración del ser.
Las golfas de piel intacta
se reparten por igual en salones uniformes.
La luz escarpada corresponde a una maldición de plenilunio.
La luz en las alturas absorbe a cada noctámbulo
como una esperanza, como aguardar la esperanza
con el cigarrillo en los labios,
desde el humo diluyendo espectros
que el vino ayuda a deformar
hasta el origen de Luciérnagas en confusión con los ojos
de alicaídos caminantes,
hasta estampidas de hacedores de estética silvestre al bailar,
hasta puertas que se cierran con golpes tan fuertes
como la muerte y el amor por Julieta.
La música desvía el trastorno contenido de un bostezo
encarnado en la huella de este día ineludible.
La concepción de una tragedia no es siniestra:
se ama totalmente. Entonces
se esparcen los orígenes del hielo hacia los cuerpos,
se involucran bocetos de jolgorio, también contrastes:
aceleraciones y témpanos en los rincones.
Romeo ríe todavía, ríe
porque el amor le absuelve el vértigo al suspirar.
Los faros callejeros hacia él lo remontan a los dramas
(nunca en la pista menos agreste que conduce a verla).
Ahí sus intentos de caminar se yerguen
como un hito final de los ojos.
La noche se prolonga con escenografía de princesa.
Princesas duermen.
Y como secuelas de un grito borboritante,
el nombre de Julieta por los aires y Romeo
colmado de vocablos.
Sus palabras se han encendido con la lámpara.
Es el vino blanco lo blanco en sus palabras.
Una tormenta se aproxima de súbito presagio y fragor
hacia este mundo rígido de vidas paralelas.
Es la hojarasca en sus rodillas como espejo de otoño,
resonando demasiado.
Alrededor de él
un búho extiende revelaciones correspondidas
cuando Julieta evoca sus palabras:
no te amo, comprende, no te amo.
¡Si tan sólo las maldiciones de los búhos fuesen mentira
como la mentira del amor de los balcones!
¡Si tan sólo brillasen aureolas para salvar esta historia
como salvan a los santos paranoicos!
¡Si tan sólo el amor existiera en los bares
como existe en los manicomios!
Persiste el enigma de las coexistencias,
la sutil pregunta del amor desordenado:
se ausenta el limbo de los sueños.
Despierta un relámpago fijado en una apariencia
entre pistas inhóspitas y lo amorfo.
Se mojan los techos desgarrados: la luna pasa
al corazón de otra estancia.
Para Romeo, llueve y autollueve.
Sus párpados se adaptan al transcurso,
a la representación de un rastro y otro albor
se percibe por los callejones de las lágrimas siguientes.
Los gatos se dispersan entre falsos monstruos y Dios
existe menos.
Entonces, las alucinaciones toman la figura de un hombre
en trajines que corresponden a extravíos,
y en respuesta a la oscuridad, Romeo vuelve
al silencio de la historia o al monólogo interior más bello
o al verdadero idealismo.
El semáforo cambia para nadie. Y en él se suceden
todos los posibles pasos que no andan satisfechos.
Después de esta noche, se aguarda el cielo si es que alguien
lo recuerda entre la nada: lo común
en lo extraordinario.
Aún confundido,
busca la Luna de otro tiempo y articular en otro tiempo poemas
en la boca y el espacio, pues retornan castos.
La vereda resbala como el rocío en aquella hoja que cayó.
Romeo ha vuelto a un bar, otra vez hostilizado por sí mismo,
para despertar de nuevo a sus múltiples maneras de olvidarla:
historia cercenada por la madrugada esculpida para el llanto.
Historia descrita por los grillos e indigentes:
narradores fieles de la ciudad perdida
en las riberas de las vías nocturnas.
Él pierde lo estricto de una dulzura que falla,
pierde la contemplación de Julieta cuando transcurre el tiempo
y no hay salidas transparentes
excepto el vino blanco de las lejanías sin ella.
Ni con la paciencia sutil de una garúa ni con la impaciencia,
Romeo consigue inspirar su ser,
mientras el vino ausenta la razón de estar vivo.
Las caravanas multiformes se agitan
sobre las limitaciones de sus piernas.
La música regresa el aire esclavo de estas paredes sin infancia
como descubrir que no hubo vida, más que la de otros.
En el canto se deshace el aliento de los ebrios
y puede Romeo devolverse el contenido,
conversar con su otro yo,
con el ser del augurio soberano o de las mitologías.
Entre cantos mañaneros que disuelven los sentidos
cabe ese especial origen de otro día,
mientras él intenta estrujar la copa sin romperla dos veces;
la copa coronada con el último sorbo, excepto
la última alucinación,
en esta contorción por la mañana sobre la cual se vence
porque los espejos en los muros son definitivos
y no hay golfas.
La estridencia, el desplomo de la madrugada, lo nebuloso,
confunden que frente a la mesa casi vacía
está Julieta, hermosa, no debilitada,
articulando: ya vamos, ya vamos
con una actitud de amor que Romeo suele extrañar
cuando amanece.
.
POESÍA LONARDIANA
(Leonardo Lonardi: veintisiete años, desterrado de su ciudad por asuntos de revolución política, primer hijo entre dos hermanos, bibliófilo).
Desintegración de la huida
I
Con Rita lejos la ciudad se vulnera en un pensamiento, cuando a la escritura me aferro con la última luz del poste. Las calles sin Rita son laberintos. Los laberintos sin ella son excusas de soledad. Sin ella, permanecer en silencio es construir figuras, es condensar la creencia de lo Absoluto en una calle de figuras, es dulcificar la traición de una luz por apagarse. Pero no hay callejón donde la escritura me maldiga. Y no hay anochecer escrito que defina un alfabeto. Y no hay más creación inútil que la duda de encontrarla algún día. La escritura es el límite del hombre cuando la autodestrucción desaparece. La escritura, lejos de la piel de Rita, conmueve como adjetivar a Dios para definir el contexto. Pues mi cuerpo etéreo se vuelca entre la niebla para escapar de lo evidente, pero la lógica del Amor es quedarme en lo evidente, es reencontrar a Rita con la misma crueldad con que se fue: sin despedirse.
Con Rita lejos la ciudad se vulnera en un pensamiento, cuando a la escritura me aferro con la última luz del poste. Las calles sin Rita son laberintos. Los laberintos sin ella son excusas de soledad. Sin ella, permanecer en silencio es construir figuras, es condensar la creencia de lo Absoluto en una calle de figuras, es dulcificar la traición de una luz por apagarse. Pero no hay callejón donde la escritura me maldiga. Y no hay anochecer escrito que defina un alfabeto. Y no hay más creación inútil que la duda de encontrarla algún día. La escritura es el límite del hombre cuando la autodestrucción desaparece. La escritura, lejos de la piel de Rita, conmueve como adjetivar a Dios para definir el contexto. Pues mi cuerpo etéreo se vuelca entre la niebla para escapar de lo evidente, pero la lógica del Amor es quedarme en lo evidente, es reencontrar a Rita con la misma crueldad con que se fue: sin despedirse.
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II
Tu última carta, Rita, tu última voz raída del invierno. Tu sombra extendida en mí: alborotada en todos los pasadizos. Ajena mujer de pasadizos secretos dime en esta carta que no es tu última carta, aclárame las letras hasta poder verlas sin miedo, y las letras que son enemigas sagradas, no las cortes porque son vidas clavadas en mi pecho. Y tu ausencia que está enraizada se condena a un muro con tu nombre. Es natural que yo ocupe un sitio en el mundo donde no estés y pedazos de lecciones aprenda con tu carta. Pero siempre ocuparé un sitio donde no estés. Todos ocuparán un sitio solitario dentro de su cuerpo, y dentro de mi cuerpo tengo una noción de ti, cuando el espacio que te pertenece no reconoce tu existencia. Una recóndita existencia, Rita, soy una recóndita existencia pensando en ti dentro de una lectura, con mi interior arrebatado, y tu carta tiene todas las rutas hacia él, las rutas desconocidas que acaban por descubrir el fraude de verte lejos. No tengo poder sobre tus cartas, llegan con el fracaso del Sol en mis ojos, después de leer lo que conozco como la única sensación que amo en una mesa.
III
En el manuscrito reconozco palabras mías y no sé si las palabras pueden ser mías: lo acepto, hay tardes ajenas como ésta cuando leo entre el barniz de una mesa cualquiera, cuando la profundidad está allí y no por dejar de leer me hastío: desconozco el corazón de las palabras y me amilano como si la hora faltara completarse. Debiera practicar el silencio y recorrer el libro como con las mujeres, protegerme con una lectura perfecta; pero siempre es el mismo barniz, la idea, el respeto a la idea y la historia de las tres de la tarde en la biblioteca: una hoja de historia en blanco que se consume con el tiempo tras de mí. Aunque nada se consume cuando reduzco las mujeres a una sola: Rita. Todavía hay partes de la vida que se reducen sin Literatura.
IV
Fuego. Gradas de madera que crepitan. Y una escena de Fuego comienza a desvanecerse entre lo amado -las ardientes ventajas de no morir-. Como no era un día deseado no era importante, pero el Fuego es el signo de morir con importancia. Yo que no deseo nada me es fácil vivir al lado del final. No existe el final. Es lo mismo en las gradas que aún quedaron.Las cenizas son continuas transparencias de un ser que fue y el residuo del ser que todavía es, completamente. La puerta que nunca estuvo para auxiliarme, la puerta inexistente, la calle inexistente y las gradas que se quemaron para saber que temo escalar. Al pie de la ceniza estuve con bruma entre los párpados y quiero distinguir frases que acudieron en mi ayuda, pero una escena de Fuego comienza a desvanecerse y lo amado no está. Una franja separa el pasado y si es sólo pasado lo que amé entonces no amé nada. Me confundo con todas las decisiones, las salidas, los rumbos; y todas las confusiones ligadas al Fuego son cenizas.
V
Nada en la poesía -cada quien con su tortura- y en la poesía sólo hay luz para mentes alejadas de la Tierra, aparte de eso, sólo hay nada: el dolor en la nada es transparente. La nada es menos común que la realidad, es más firme que los mitos y las mentiras, para despejar desde su vertiente los farsantes faros del destino, para señalar el fango que es obra de la realidad, y el fango, unido a todo lo demás, se hace todo lo demás, se hace lo que no debía existir pero existió, se hace la palabra fango fuera del fango. Ahora estoy en la nada que existe, en la nada de la poesía que es como la palabra fango en la eternidad. Y la nada causa todas las preguntas de la muerte, cuando se demuestra su producto en el espejo.
VI
El retrato roto en el suelo y una mancha. Y una pelea entre vidrios en mis manos. El retrato roto y la pantalla rota de mi frente como punto de dolor. Un tragaluz tapado en mi cabeza, cortado en mi cabeza y una mancha indeleble pegada en mi recuerdo y una mancha de frío, constante. Un agujero posee el Tiempo entonces sé que el tiempo lo tengo y no importa cuándo sanarán mis manos. Las peleas apresan porque van congeladas en la palma y en la ventana se olvidan con el Sol. El recuerdo se controla como la voluntad de los ángeles y el retrato colapsa para permitirme existir desde una herida.
VII
El tren que me arrebatará de la ciudad es el fondo de una distancia oculta, el fondo de mi despedida, lo concreto más allá de lo abstracto. Y la ciudad que tiene rincones abstractos no parte conmigo, aunque compruebe lo contrario, aunque en cada pensamiento no me lleve este espejismo cercano al recuerdo corto. Todo es corto en la memoria y si vuelve, nada está igual: algo que me recuerde a la ciudad, algo que contradiga lo dicho, o la libertad que siempre quise encontrar en los bares o el contacto con la historia que nadie cree o el caso perdido de un poema. Me despido porque la lucidez contamina, porque escribo a tientas, porque el tren desaparece, porque el hasta siempre, de siempre, es una estafa conspirada por la cárcel.
El tren que me arrebatará de la ciudad es el fondo de una distancia oculta, el fondo de mi despedida, lo concreto más allá de lo abstracto. Y la ciudad que tiene rincones abstractos no parte conmigo, aunque compruebe lo contrario, aunque en cada pensamiento no me lleve este espejismo cercano al recuerdo corto. Todo es corto en la memoria y si vuelve, nada está igual: algo que me recuerde a la ciudad, algo que contradiga lo dicho, o la libertad que siempre quise encontrar en los bares o el contacto con la historia que nadie cree o el caso perdido de un poema. Me despido porque la lucidez contamina, porque escribo a tientas, porque el tren desaparece, porque el hasta siempre, de siempre, es una estafa conspirada por la cárcel.
POESÍA OCTAVIANA
(Octavio La Torre: veintiún años, optimista, mujeriego, huérfano).
Lady Chatterley
Si por los andenes de la ciudad cayera nieve
habría camino en las palabras y la villa,
camino inexacto entre la nieve y el refugio
de los amantes que somos.
Iría con un refrán al modo del que anda:
corazón seducido, cuerpo esclavo.
Te hallaría fumando en el cenáculo
con nóminas de humo entre tus gestos.
Y en ese secreto de encontrarte, Lady Chatterley,
me hablarías de un Clifford sin silueta,
sin su sombra siquiera en la pared.
Habría una canción de Serrat en el fondo del viento.
Creeríamos en lo angosto de los ojos
cuando culpamos al pecado,
cuando nuestros espíritus no retornan por sus carnes.
Si al encontrarte y sentir que no sueñas
confiaría en tus pasos hasta mí
y con otra canción de Serrat se iniciaría tu sueño
tan blando como la nieve a tus espaldas.
Así oscilaríamos los besos en la hora portentosa
dejando el rastro lejos de las calles,
lejos la vida normal esparcida en nuestros cuerpos
para tratar de completar lo incompletable.
.
Otra versión
Hacia Orión partió a medianoche
por los recodos del arroyo.
Caía la fe de una estrella en su cabeza.
Partió sospechando del canto de los búhos:
el sonido del peligro como predican los ancianos.
Apostó por los atajos de los náufragos corrientes
entre la hojarasca grismente enmarcada.
Se llenó los bolsillos de mendrugos y decía:
¡hambre de vencedores en cadena!
Huyó de los lobos entre la greda
y pasó de forastero entre la bruma.
Por el sendero hacia Orión le lastimaron las espinas,
que cedían su espacio, su profundidad,
y entre tanto aguijón husmeaba los caminos más cortos:
Beatriz podría por fin amarlo.
.
Autenticidad de la senda
Cuando todos los caminos conducían a tu alcoba
y las escaleras se dilataban
para no lograr emigrar de tu casa,
entonces regresaba
y no había una coartada fija entre nosotros.
Los puentes al exterior desaparecían.
Lograbas parecerte al infinito:
me demoraba tanto en soltarte
que podría haber un día entero
dentro de una noche entera.
me demoraba tanto en soltarte
que podría haber un día entero
dentro de una noche entera.
Íbamos quedando en los sillones de tu alcoba,
en tu cama; por la salida más cercana al infinito
me detenía, cortando caminos en tu boca.
Había un tiempo donde amábamos nuestro Tiempo
ciegamente estáticos.
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