A Raúl Heraud, no lo conozco más que a su pariente, el excelente poeta revolucionario Javier Heraud por intermedio de sus libros “El viaje” y el “El río”.
Pero Raúl, es otra temporada, otros vientos.
Quiero empezar citando la parte final de su poema Orange Ode… “…ahora, dime / Raúl/ quién / eres / Tú…? Es algo que nos afecta desde el escenario, como diría, Antonin Artaud, que establece la realidad como premonitoria y a la vez ficticia, sin encarnarse en la fe y la circunstancia. Los versos citados confluyen en esa dirección, en la interrogante del momento, de lo real, incluso del yo en su complejidad, sin atender a su papel preponderante en la realidad. Son versos que determinan al hombre de hoy, que estando bien de cuerpo, respirando aires de neoliberalismo y guerras sucias; de injusticia y maltrato, no sabe quién es o qué papel desempeña en esta sociedad, es la visión del hombre en su mayoría y más claro en la juventud desorientada.
Artaud creía que toda expresión es expresión física en el espacio, creo que para Raúl, es la expresión definida en el espacio, en este espacio, en este mundo, en esta circunstancia en que el dolor, la tragedia y la crueldad son productos de las ambiciones y no del momento, así como: “nada es real/ excepto el llanto mudo/ en la última butaca.” (La máquina del tiempo).
Winston Orrillo, empieza su prólogo con una interrogante ¿Versos satánicos?, no encuentro ese tipo de versos, tampoco Winston Orrillo, lo que se encuentra es fragilidad, soltura, hasta pesimismo de la condición humana: “todo concuerda dramáticamente ángel caído / grito de voces calladas / aguardan a que comience el show”.
Pero Raúl, es otra temporada, otros vientos.
Quiero empezar citando la parte final de su poema Orange Ode… “…ahora, dime / Raúl/ quién / eres / Tú…? Es algo que nos afecta desde el escenario, como diría, Antonin Artaud, que establece la realidad como premonitoria y a la vez ficticia, sin encarnarse en la fe y la circunstancia. Los versos citados confluyen en esa dirección, en la interrogante del momento, de lo real, incluso del yo en su complejidad, sin atender a su papel preponderante en la realidad. Son versos que determinan al hombre de hoy, que estando bien de cuerpo, respirando aires de neoliberalismo y guerras sucias; de injusticia y maltrato, no sabe quién es o qué papel desempeña en esta sociedad, es la visión del hombre en su mayoría y más claro en la juventud desorientada.
Artaud creía que toda expresión es expresión física en el espacio, creo que para Raúl, es la expresión definida en el espacio, en este espacio, en este mundo, en esta circunstancia en que el dolor, la tragedia y la crueldad son productos de las ambiciones y no del momento, así como: “nada es real/ excepto el llanto mudo/ en la última butaca.” (La máquina del tiempo).
Winston Orrillo, empieza su prólogo con una interrogante ¿Versos satánicos?, no encuentro ese tipo de versos, tampoco Winston Orrillo, lo que se encuentra es fragilidad, soltura, hasta pesimismo de la condición humana: “todo concuerda dramáticamente ángel caído / grito de voces calladas / aguardan a que comience el show”.
Teatro de la crueldad, inspira revisar la mitología griega. Ícaro, no obedeció a su padre después que construyó sus alas y le enseñó a volar, con la condición que no vaya ni muy alto ni muy bajo, pero su ambición le causó la muerte. Fue una tragedia para su padre así como ahora para los padres que ven a sus hijos frágiles por “las infinitas formas de terror” que se van acumulando en las mentes (esto sabe más Raúl por ser Psicólogo de profesión) cuando anuncia: “Ìcaro / no hay escapatoria real / cuando el cepo es / la mente/ (El vuelo de Ícaro).
Es interesante encontrar en estos poemas el sentimiento del momento con absoluta soltura de un espíritu alienado, no de identidad, sino de condición que se resquebraja por los tiempos vividos y en sus condiciones más acérrimas. Nos dice el poeta: “…los años nos han convertido en pesadas piedras” y culmina el poema: “…no sé quién teme más la espesura de la noche / no sé cuál de los dos odia más la vida / que le ha tocado vivir.”(Los equilibristas). Son versos con un calor humano, sin recurrir a la exageración, plantea la vida dramática de muchos peruanos, convertidos por muchas influencias, ya sean económicas, míseras, comunicativas, etc., en estirpes de la dejadez y el desaliento.
Puedo deslindar que Teatro de la crueldad sea producto de una escuela, de la poesía de Charles Baudelaire, incluso de Artaud, porque Raúl Heraud tiene su propio camino, su propio norte, en momentos en que los críticos de la poesía peruana, muchos de ellos, asumen el compromiso de la crítica superficial, “una crítica de cementerio”, como planteaba Maríategui.
Creo que la mejor poesía, es aquella que no está agobiada de técnicas y estilos de escritura, sino, es aquella que está llena de atmósferas de vida y sentimientos sinceros.
“…hay más seres humanos de los que imaginé en este antro del dolor / inundan el lugar son su peste / abren camino a nuevas muertes…”(Good morning cruel world). El ser interior que se naturaliza por la insensibilidad del hombre, produce la ambición de la destrucción del mismo hombre, incluso la autodestrucción; pero ahora, esta observación ha llevado a la destrucción masiva, como las guerras caprichosas de países globalizados con armas nucleares, que van abriendo el camino hacia la muerte de muchos inocentes, aumentando el hambre, el desempleo y la miseria: “…por eso nada hay de símil en nuestras endurecidas almas / sólo voces / y la concatenación de muertes / en el futuro sin futuro / de esta tierra enferma.”(Blind mind).
Creo que el poema que lleva el título de este libro, es una descripción clínica, de un hombre agobiado, un ser maltratado de la vida, que lo hace contradecir en su propia condición humana, a pesar de la pureza moral de su círculo en que transcurre su vida, su niñez y su autoestima. De seguro no es la vida de Raúl Heraud.
Hasta aquí consideraría una primera parte llena de descripciones, reflexiones y sentimientos encontrados con la sociedad; lo que sigue, es una temática más personal, donde el poeta se rescata así mismo, desde su mundo insatisfecho. “La danza macabra” y otros poemas que están en páginas subsiguientes.
Pero quiero rescatar que las dos observaciones están en su poema “El evangelio según el diablo”, título posiblemente cambio por el de Jesucristo de la obra de José Saramago.
Es un poema tratado con absoluta lucidez, posiblemente no tenga que ver con Dios, con Dionisos o con Satán, sino con los problemas que el psicoanálisis va considerando como absolutos del hombre.
Charles Baudelaire en su poema La destrucción, empieza así / “El demonio a mi lado se agita sin cesar…”/ y en su poema “Las letanías de Satán”: “Dios que fue por la suerte adversa traicionado,… / Tú, que por consolar al débil cuando sufre / a mezclar nos enseña salitre con azufre. / ¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!”. Los considero para ilustrar el poema de Raúl, que maravillosamente toca este tema, por la forma de ejemplificar a Satán como un personaje que acepta al oprimido y en la omnisciente personalidad del poeta, mundo no aceptado por Dios. Así nos dice Raúl Heraud: “…cuando recorras cada pozo de huesos / cada mierdero con sus despojos humanos / comprenderás que no se trata de amor / sino de juicio final /…”, es verdad no se trata de amor, sino de indiferencia extrema; prosigue: “sólo que aquí / huele a muerte / permanentemente.”, es una realidad la visión de Raúl, que se hace cotidiana en los basurales, en las calles, en los medios de comunicación y en la mente de nuestros hermanos que cada día tienen que dormir para superar esa tragedia y empezar a vivirla cuando radia el alba.
Quiero terminar con los propios versos del poeta: “…terminar es bajar el telón / con la certeza de saber / que no es posible un mañana.”(Marioneta), porque son versos manejables desde su perspectiva, llenos de incertidumbre y desesperanza, productos del neoliberalismo, incluso del pueblo desesperado por la crisis permanente de su hogar.
Se saluda al poeta por ser sincero y por aquel esperpento de la creación que se manifiesta en su poesía.
Culmino diciendo que no pensaba hacer una opinión sobre el libro de Raúl Heraud, tampoco lo hago porque es mi amigo, porque no lo conozco y si así lo fuera, de igual forma lo haría porque Teatro de la crueldad es un libro que debe gustar a muchos amantes de la poesía. Tampoco lo hago porque soy crítico literario.
Es interesante encontrar en estos poemas el sentimiento del momento con absoluta soltura de un espíritu alienado, no de identidad, sino de condición que se resquebraja por los tiempos vividos y en sus condiciones más acérrimas. Nos dice el poeta: “…los años nos han convertido en pesadas piedras” y culmina el poema: “…no sé quién teme más la espesura de la noche / no sé cuál de los dos odia más la vida / que le ha tocado vivir.”(Los equilibristas). Son versos con un calor humano, sin recurrir a la exageración, plantea la vida dramática de muchos peruanos, convertidos por muchas influencias, ya sean económicas, míseras, comunicativas, etc., en estirpes de la dejadez y el desaliento.
Puedo deslindar que Teatro de la crueldad sea producto de una escuela, de la poesía de Charles Baudelaire, incluso de Artaud, porque Raúl Heraud tiene su propio camino, su propio norte, en momentos en que los críticos de la poesía peruana, muchos de ellos, asumen el compromiso de la crítica superficial, “una crítica de cementerio”, como planteaba Maríategui.
Creo que la mejor poesía, es aquella que no está agobiada de técnicas y estilos de escritura, sino, es aquella que está llena de atmósferas de vida y sentimientos sinceros.
“…hay más seres humanos de los que imaginé en este antro del dolor / inundan el lugar son su peste / abren camino a nuevas muertes…”(Good morning cruel world). El ser interior que se naturaliza por la insensibilidad del hombre, produce la ambición de la destrucción del mismo hombre, incluso la autodestrucción; pero ahora, esta observación ha llevado a la destrucción masiva, como las guerras caprichosas de países globalizados con armas nucleares, que van abriendo el camino hacia la muerte de muchos inocentes, aumentando el hambre, el desempleo y la miseria: “…por eso nada hay de símil en nuestras endurecidas almas / sólo voces / y la concatenación de muertes / en el futuro sin futuro / de esta tierra enferma.”(Blind mind).
Creo que el poema que lleva el título de este libro, es una descripción clínica, de un hombre agobiado, un ser maltratado de la vida, que lo hace contradecir en su propia condición humana, a pesar de la pureza moral de su círculo en que transcurre su vida, su niñez y su autoestima. De seguro no es la vida de Raúl Heraud.
Hasta aquí consideraría una primera parte llena de descripciones, reflexiones y sentimientos encontrados con la sociedad; lo que sigue, es una temática más personal, donde el poeta se rescata así mismo, desde su mundo insatisfecho. “La danza macabra” y otros poemas que están en páginas subsiguientes.
Pero quiero rescatar que las dos observaciones están en su poema “El evangelio según el diablo”, título posiblemente cambio por el de Jesucristo de la obra de José Saramago.
Es un poema tratado con absoluta lucidez, posiblemente no tenga que ver con Dios, con Dionisos o con Satán, sino con los problemas que el psicoanálisis va considerando como absolutos del hombre.
Charles Baudelaire en su poema La destrucción, empieza así / “El demonio a mi lado se agita sin cesar…”/ y en su poema “Las letanías de Satán”: “Dios que fue por la suerte adversa traicionado,… / Tú, que por consolar al débil cuando sufre / a mezclar nos enseña salitre con azufre. / ¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!”. Los considero para ilustrar el poema de Raúl, que maravillosamente toca este tema, por la forma de ejemplificar a Satán como un personaje que acepta al oprimido y en la omnisciente personalidad del poeta, mundo no aceptado por Dios. Así nos dice Raúl Heraud: “…cuando recorras cada pozo de huesos / cada mierdero con sus despojos humanos / comprenderás que no se trata de amor / sino de juicio final /…”, es verdad no se trata de amor, sino de indiferencia extrema; prosigue: “sólo que aquí / huele a muerte / permanentemente.”, es una realidad la visión de Raúl, que se hace cotidiana en los basurales, en las calles, en los medios de comunicación y en la mente de nuestros hermanos que cada día tienen que dormir para superar esa tragedia y empezar a vivirla cuando radia el alba.
Quiero terminar con los propios versos del poeta: “…terminar es bajar el telón / con la certeza de saber / que no es posible un mañana.”(Marioneta), porque son versos manejables desde su perspectiva, llenos de incertidumbre y desesperanza, productos del neoliberalismo, incluso del pueblo desesperado por la crisis permanente de su hogar.
Se saluda al poeta por ser sincero y por aquel esperpento de la creación que se manifiesta en su poesía.
Culmino diciendo que no pensaba hacer una opinión sobre el libro de Raúl Heraud, tampoco lo hago porque es mi amigo, porque no lo conozco y si así lo fuera, de igual forma lo haría porque Teatro de la crueldad es un libro que debe gustar a muchos amantes de la poesía. Tampoco lo hago porque soy crítico literario.
Soy conciente que si un crítico, no hace poesía y de forma general literatura, no debe tener la gloria alguna.
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