Hoy jueves, a las 8 p.m., en el Bar Zela (Arcos de La Plaza San Martín), será una ocasión doblemente especial, y también histórica.
Primeramente, el grupo poético más importante de los últimos años, Los poetas del Asfalto, presentarán la edición 60 de su combativo fanzine. Los dirigidos por Richi Lakra han demostrado en más de una ocasión que su postura ante la poesía descansa en un genuino amor por la poesía, así nos gusten o no sus acciones contraculturales que llevan a cabo cada vez que pueden. ¿En la actualidad existe algún grupo poético peruano que vaya por los quince años de actividad?
Por otro lado, esta noche se le entregará a Enrique Verástegui el manuscrito EL SABER DE LAS ROSAS, el cual anduvo perdido desde 1998 y que más de una leyenda generó. Verástegui es una de las piedras angulares de una década generosamente pródiga en insuperables poetas, como Jorge Pimentel, Juan Ramírez Ruiz, Tulio Mora, José Watanabe, Abelardo Sánchez León, Óscar Málaga, Manuel Morales, Jorge Nájar y José Rosas Ribeyro. Con estos nombres, ¿no creen que deberíamos referirnos a los setenta como Los años maravillosos de la poesía peruana? Si la comparamos con la poesía que se escribió en otros países, podríamos catalogarla fácilmente como la mejor en lengua castellana de ese decenio.
El tiempo pasa y la calidad de muchos de ellos se yergue sobre otras voces que durante años fueron mejor consideradas por ser “políticamente correctas”. La justicia poética termina aplastando los sentimientos menores de aquellos que apelando al ninguneo barato y sórdido, quisieron tenerlos en menos. Un ejemplo: el maltrato al movimiento Hora Zero. Uno se reconcilia con la vida al releer, por ejemplo, poemarios como AVE SOUL de Pimentel y UN PAR DE VUELTAS POR LA REALIDAD de Ramírez Ruiz, sentirlos tan frescos, tan reales, sin haber perdido esa hechicera sensibilidad capaz de conmocionar y cuestionar.
De Verástegui se habla más de la cuenta de su imagen y patética leyenda, que él mismo también se ha encargado de condimentar. Pero lo que nos debe importar es su trabajo. ¿Qué me puede interesar si está loco si su producción literaria es continua y, de taquito, muy valiosa, quizá no con el endiablado voltaje de antes?
Un grande como él ha sido centro de toda clase de bajezas, la más conocida es la prodigada por Roberto Bolaño en LOS DETECTIVES SALVAJES, y el tiempo se encargará de revelar la razón (no la puedo decir ahora porque es uno de los puntos medulares de una publicación que saldrá en los próximos meses) de aquella ofensa del grandioso chileno. Como saben, solo entre los verdaderos grandes hay amor y odio por igual.
Por eso, la entrega del manuscrito perdido de Verástegui es de por sí un hecho histórico para la literatura peruana contemporánea. Y se lo debemos pues a la honestidad de Los poetas del asfalto, en especial a uno de sus miembros: a Ángel Izquierdo Duclós, que lo rescató del olvido. Las páginas de EL SABER DE LAS ROSAS iban a terminar quemadas, o lo que es peor: como envoltorios de comida al paso.
No hay lugar para la mezquindad sazonada con estupidez. He recibido comentarios ofensivos hacia Verástegui, detallando que existen muchas copias del manuscrito, ya que él se encargaba de repartirlos a diestra y siniestra en los noventa. Yo les pregunto a esos aneuronados: De ser cierta esa versión, ¿por qué, si dicen que tanto lo quieren, no tuvieron la gentileza, el decoro, la decencia, de devolvérselo, sabiendo que desesperadamente lo estaba buscando por años?
Tampoco hay lugar para los fenicios culturales. EL SABER DE LAS ROSAS necesita de un editor responsable, no de impresores mercachifles.
A continuación, pego una nota del periodista Ernesto Carlín sobre el libro perdido del poeta, publicada ayer miércoles en El Peruano.
********
Literatura. Encuentran el ensayo El saber de las rosas entre ropavejeros de La Victoria
El libro perdido de Verástegui
Manuscrito lo compró de casualidad el poeta Ángel Izquierdo Duclós
Voluminosa obra será devuelta al autor en el Bar Zela y se busca editor
Ernesto Carlín Gereda
ecarlin@editoraperu.com.pe
Hace algo más de una década, un nuevo libro de Enrique Verástegui estaba a punto de ser entregado a la imprenta. Pero por azares del destino, se perdió antes de ser publicado. Se trataba de El saber de las rosas, un extenso ensayo, del que mucho se hablaba pero del que no se tenían noticias ciertas, hasta este año en que el manuscrito fue hallado.
Correspondió a un poeta, Ángel Izquierdo Duclós, la suerte de hallar el original entre los vendedores de libros y revistas de segunda mano de La Victoria.
Estas hojas mecanografiadas, por las que un coleccionista podría pagar una buena suma de dólares, fueron adquiridas por su ocasional descubridor dentro de un lote de gastadas publicaciones que le costó sólo treinta soles.
En declaraciones que da al blog La fortaleza de la soledad de Gabriel Ruiz Ortega, refiere Ángel Izquierdo que al comprar ese material su interés era una antigua edición Periolibros de Hora Zero. Grande fue su sorpresa al encontrar, entre lo que creía desechable, la obra perdida de Enrique Verástegui.
Travesía de un libro
Verástegui ya confirmó que esos papeles son su manuscrito. El autor, consultado por este diario, indicó que ahora anda a la caza de un editor. Describió su obra como un libro sobre filosofía perenne con el punto de vista del siglo XXI. Pronosticó que le será difícil encontrar quien se anime a publicarlo, pues más salida tienen las novelas. "A pesar de ser el ensayo un género literario mayor", agregó.
El editor de la frustrada primera edición de El saber de las rosas, Paolo de Lima, recuerda que el libro estaba listo para unas pocas correcciones de tipeo. Sin embargo, al parecer en una mudanza en 1998, se extravió junto con otras pertenencias de de Lima. De allí ha surgido más de una leyenda urbana sobre el paradero del libro.
El camino que siguió este manuscrito hasta llegar a La Victoria continúa siendo un misterio. Lo cierto es que este jueves, dentro de una velada dedicada a la poesía, será devuelto a su autor en el Bar Zela del Cercado de Lima.
Dato
500 páginas aproximadamente tendría El saber de las rosas de ser publicado.
Envío de Ricardo Vega “Richi lakra”
Tomado de La fortaleza de la soledad
Primeramente, el grupo poético más importante de los últimos años, Los poetas del Asfalto, presentarán la edición 60 de su combativo fanzine. Los dirigidos por Richi Lakra han demostrado en más de una ocasión que su postura ante la poesía descansa en un genuino amor por la poesía, así nos gusten o no sus acciones contraculturales que llevan a cabo cada vez que pueden. ¿En la actualidad existe algún grupo poético peruano que vaya por los quince años de actividad?
Por otro lado, esta noche se le entregará a Enrique Verástegui el manuscrito EL SABER DE LAS ROSAS, el cual anduvo perdido desde 1998 y que más de una leyenda generó. Verástegui es una de las piedras angulares de una década generosamente pródiga en insuperables poetas, como Jorge Pimentel, Juan Ramírez Ruiz, Tulio Mora, José Watanabe, Abelardo Sánchez León, Óscar Málaga, Manuel Morales, Jorge Nájar y José Rosas Ribeyro. Con estos nombres, ¿no creen que deberíamos referirnos a los setenta como Los años maravillosos de la poesía peruana? Si la comparamos con la poesía que se escribió en otros países, podríamos catalogarla fácilmente como la mejor en lengua castellana de ese decenio.
El tiempo pasa y la calidad de muchos de ellos se yergue sobre otras voces que durante años fueron mejor consideradas por ser “políticamente correctas”. La justicia poética termina aplastando los sentimientos menores de aquellos que apelando al ninguneo barato y sórdido, quisieron tenerlos en menos. Un ejemplo: el maltrato al movimiento Hora Zero. Uno se reconcilia con la vida al releer, por ejemplo, poemarios como AVE SOUL de Pimentel y UN PAR DE VUELTAS POR LA REALIDAD de Ramírez Ruiz, sentirlos tan frescos, tan reales, sin haber perdido esa hechicera sensibilidad capaz de conmocionar y cuestionar.
De Verástegui se habla más de la cuenta de su imagen y patética leyenda, que él mismo también se ha encargado de condimentar. Pero lo que nos debe importar es su trabajo. ¿Qué me puede interesar si está loco si su producción literaria es continua y, de taquito, muy valiosa, quizá no con el endiablado voltaje de antes?
Un grande como él ha sido centro de toda clase de bajezas, la más conocida es la prodigada por Roberto Bolaño en LOS DETECTIVES SALVAJES, y el tiempo se encargará de revelar la razón (no la puedo decir ahora porque es uno de los puntos medulares de una publicación que saldrá en los próximos meses) de aquella ofensa del grandioso chileno. Como saben, solo entre los verdaderos grandes hay amor y odio por igual.
Por eso, la entrega del manuscrito perdido de Verástegui es de por sí un hecho histórico para la literatura peruana contemporánea. Y se lo debemos pues a la honestidad de Los poetas del asfalto, en especial a uno de sus miembros: a Ángel Izquierdo Duclós, que lo rescató del olvido. Las páginas de EL SABER DE LAS ROSAS iban a terminar quemadas, o lo que es peor: como envoltorios de comida al paso.
No hay lugar para la mezquindad sazonada con estupidez. He recibido comentarios ofensivos hacia Verástegui, detallando que existen muchas copias del manuscrito, ya que él se encargaba de repartirlos a diestra y siniestra en los noventa. Yo les pregunto a esos aneuronados: De ser cierta esa versión, ¿por qué, si dicen que tanto lo quieren, no tuvieron la gentileza, el decoro, la decencia, de devolvérselo, sabiendo que desesperadamente lo estaba buscando por años?
Tampoco hay lugar para los fenicios culturales. EL SABER DE LAS ROSAS necesita de un editor responsable, no de impresores mercachifles.
A continuación, pego una nota del periodista Ernesto Carlín sobre el libro perdido del poeta, publicada ayer miércoles en El Peruano.
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Literatura. Encuentran el ensayo El saber de las rosas entre ropavejeros de La Victoria
El libro perdido de Verástegui
Manuscrito lo compró de casualidad el poeta Ángel Izquierdo Duclós
Voluminosa obra será devuelta al autor en el Bar Zela y se busca editor
Ernesto Carlín Gereda
ecarlin@editoraperu.com.pe
Hace algo más de una década, un nuevo libro de Enrique Verástegui estaba a punto de ser entregado a la imprenta. Pero por azares del destino, se perdió antes de ser publicado. Se trataba de El saber de las rosas, un extenso ensayo, del que mucho se hablaba pero del que no se tenían noticias ciertas, hasta este año en que el manuscrito fue hallado.
Correspondió a un poeta, Ángel Izquierdo Duclós, la suerte de hallar el original entre los vendedores de libros y revistas de segunda mano de La Victoria.
Estas hojas mecanografiadas, por las que un coleccionista podría pagar una buena suma de dólares, fueron adquiridas por su ocasional descubridor dentro de un lote de gastadas publicaciones que le costó sólo treinta soles.
En declaraciones que da al blog La fortaleza de la soledad de Gabriel Ruiz Ortega, refiere Ángel Izquierdo que al comprar ese material su interés era una antigua edición Periolibros de Hora Zero. Grande fue su sorpresa al encontrar, entre lo que creía desechable, la obra perdida de Enrique Verástegui.
Travesía de un libro
Verástegui ya confirmó que esos papeles son su manuscrito. El autor, consultado por este diario, indicó que ahora anda a la caza de un editor. Describió su obra como un libro sobre filosofía perenne con el punto de vista del siglo XXI. Pronosticó que le será difícil encontrar quien se anime a publicarlo, pues más salida tienen las novelas. "A pesar de ser el ensayo un género literario mayor", agregó.
El editor de la frustrada primera edición de El saber de las rosas, Paolo de Lima, recuerda que el libro estaba listo para unas pocas correcciones de tipeo. Sin embargo, al parecer en una mudanza en 1998, se extravió junto con otras pertenencias de de Lima. De allí ha surgido más de una leyenda urbana sobre el paradero del libro.
El camino que siguió este manuscrito hasta llegar a La Victoria continúa siendo un misterio. Lo cierto es que este jueves, dentro de una velada dedicada a la poesía, será devuelto a su autor en el Bar Zela del Cercado de Lima.
Dato
500 páginas aproximadamente tendría El saber de las rosas de ser publicado.
Envío de Ricardo Vega “Richi lakra”
Tomado de La fortaleza de la soledad
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