El grupo literario lambayecano Signos eclosionó hace cuatro años. Son cuatro sus miembros fundacionales. La mayoría son coetáneos escriturales, paridos generacionalmente a fines del siglo pasado. He allí su empatía vital y literaria. Han editado dos florilegios que aglomera su evolutiva poética. Advierten, no cabe duda, una apasionada convicción de la potencialidad humanizadora que podría acarrear la literatura.
Acto seguido, volcaré unas cuantas palabras referidas a su primera antología grupal, editada hace tres años que, dicho sea de paso, nos notifica los versos de los vates, tramitados éstos los años 2006 - 2007.
En el corpus de José Antonio Abad Ascurra, se metabolizan pesimistas certidumbres, donde reacciones vitales perturbadas desencadenan oscuros escepticismos, y cuyo determinante catalizador (que acelera el fatalismo del enunciador) es la envilecida ontología de todo lo existente; pues el mundo cansa y duele entre los ojos la certeza.
Para efectivizar esta tarea verbal, el enunciador delinea una voz que advierte y que interpela, a fin de esclarecer la esencia que nos constituye y que –de igual modo- configura la angustiante inercia que moviliza nuestros latidos.
Su tono es reflexivo: Son sus rigurosas abstracciones (y no tanto la intermediación afectiva) las que engendran sus versos; seguramente, por eso, en ellos se trasunta concluyentes sentencias. Aparejados, además, con una mortuoria temática, donde el ser, la muerte se ha codificado en los versos más escatológicos:
“… afrontamos el último ritual
que nos permite la muerte.”
“En la calle la muerte controlaba los semáforos,
invadía las casas
con su nombre abominable.”
Porque “Absuelves el día pagano de los muertos,
el soberbio silencio de sus bocas,
el calendario indescifrable de sus sueños blancos.”
“No hay olvido.
No conoce tu lenguaje otro secreto
que la muerte incorruptible de los cuerpos.”
El discernimiento metapoético también representa un tema omnipresente en la descreída conciencia de José Antonio Abad Ascurra; para él, el poeta –ángel nocturno– es –entre otros insulares e inútiles roles– el que nombra las cosas para vaciarlas de la inercia.
En Ronald Calle Córdova rastreamos ciertas alusiones bíblicas, enmarcadas dentro de situaciones descristianizadas. Esto le da a ciertos versos, cierta pátina meditabunda. En su visión, el hombre tiene un destino de polvo: ¿Ves cómo se edifica el polvo? Tu aliento queda convertido al polvo…, esto es, el hombre se encuentra flanqueado por la decadencia y la oscuridad: Hacia atrás sólo tinieblas:…
Su pluma también cavila acerca del ser poético: Para él, el poeta infunde, dentro del seno de la palabra, novísimas significaciones; aunque, a veces, hasta nuestra voz está harta de vocablos, porque ¡es menos triste mendigar un pan a suplicar una palabra!
Empero, la poética de Ronald Calle Córdova requiere imperiosamente superar sus evidentes falencias: Fallida asociación de imágenes contradictorias, carencia de filigrana en los versos y unas significaciones verbales que no llegan a configurarse plenamente.
Por otro lado, la poesía de César Boyd Brenis, es de una vertiginosa epicidad existencial; requiriendo para su incesante plasmación, de unos versos dilatándose, expandiéndose con sus autárquicos impulsos rítmicos, alargándose con sus sígnicas resonancias; evitando, por todos los medios retóricos, asfixiarse con sus propias vorágines discursivas.
César Boyd Brenis, fulgura sus mejores logros en la prosa poética, donde vuelca toda su parafernalia intuitiva: Abrumándonos, dejándonos perplejos, eclipsándonos, y dejándonos –finalmente– ensimismados. En sus poemas no vierte semejantes resultados. Para muestra, un botón estilístico:
“Nada en la poesía -cada quien con su tortura- y en la poesía sólo hay luz para mentes alejadas de la Tierra, aparte de eso, sólo hay nada: el dolor en la nada es transparente. La nada es menos común que la realidad, es más firme que los mitos y las mentiras, para despejar desde su vertiente los farsantes faros del destino, para señalar el fango que es obra de la realidad, y el fango, unido a todo lo demás, se hace todo lo demás, se hace lo que no debía existir pero existió, se hace la palabra fango fuera del fango. Ahora estoy en la nada que existe, en la nada de la poesía que es como la palabra fango en la eternidad. Y la nada causa todas las preguntas de la muerte, cuando se demuestra su producto en el espejo.”
Los poemas de Cromwell Pierre Castillo Cabrejos, se hacen visibles para mostrar su vigorosa estabilidad, que es causada por el dinamismo de un conjunto de características endógenas.
Las palabras que derrama el poeta, poseen un calor verbal que permite regular rítmicamente sus versos; evitando, diestramente, cambios bruscos que desestabilicen su fluencia discursiva.
Cuando las palabras mutan sus estados anímicos, según cómo se distribuya la masa emocional dentro del volumen textual, se observa que ciertos segmentos versísticos se contraen; y otros, se esparcen; y, algunos, evidencian un poderoso efecto refrigerante. Y esto se debe, también, a que sus palabras disolventes tamizan la intensidad de la interacción entre esas verdades absolutas imbuidas dentro de la oceánica alma humana.
Los fonemas y las grafías que configuran las palabras del encomiable poemario Voces paralelas contra lo seco; por su alto grado de cohesión interna, producen fuertes vínculos entre los versos; lo que explica, sin lugar a dudas, la estructura estable de sus poemas.
Acto seguido, volcaré unas cuantas palabras referidas a su primera antología grupal, editada hace tres años que, dicho sea de paso, nos notifica los versos de los vates, tramitados éstos los años 2006 - 2007.
En el corpus de José Antonio Abad Ascurra, se metabolizan pesimistas certidumbres, donde reacciones vitales perturbadas desencadenan oscuros escepticismos, y cuyo determinante catalizador (que acelera el fatalismo del enunciador) es la envilecida ontología de todo lo existente; pues el mundo cansa y duele entre los ojos la certeza.
Para efectivizar esta tarea verbal, el enunciador delinea una voz que advierte y que interpela, a fin de esclarecer la esencia que nos constituye y que –de igual modo- configura la angustiante inercia que moviliza nuestros latidos.
Su tono es reflexivo: Son sus rigurosas abstracciones (y no tanto la intermediación afectiva) las que engendran sus versos; seguramente, por eso, en ellos se trasunta concluyentes sentencias. Aparejados, además, con una mortuoria temática, donde el ser, la muerte se ha codificado en los versos más escatológicos:
“… afrontamos el último ritual
que nos permite la muerte.”
“En la calle la muerte controlaba los semáforos,
invadía las casas
con su nombre abominable.”
Porque “Absuelves el día pagano de los muertos,
el soberbio silencio de sus bocas,
el calendario indescifrable de sus sueños blancos.”
“No hay olvido.
No conoce tu lenguaje otro secreto
que la muerte incorruptible de los cuerpos.”
El discernimiento metapoético también representa un tema omnipresente en la descreída conciencia de José Antonio Abad Ascurra; para él, el poeta –ángel nocturno– es –entre otros insulares e inútiles roles– el que nombra las cosas para vaciarlas de la inercia.
En Ronald Calle Córdova rastreamos ciertas alusiones bíblicas, enmarcadas dentro de situaciones descristianizadas. Esto le da a ciertos versos, cierta pátina meditabunda. En su visión, el hombre tiene un destino de polvo: ¿Ves cómo se edifica el polvo? Tu aliento queda convertido al polvo…, esto es, el hombre se encuentra flanqueado por la decadencia y la oscuridad: Hacia atrás sólo tinieblas:…
Su pluma también cavila acerca del ser poético: Para él, el poeta infunde, dentro del seno de la palabra, novísimas significaciones; aunque, a veces, hasta nuestra voz está harta de vocablos, porque ¡es menos triste mendigar un pan a suplicar una palabra!
Empero, la poética de Ronald Calle Córdova requiere imperiosamente superar sus evidentes falencias: Fallida asociación de imágenes contradictorias, carencia de filigrana en los versos y unas significaciones verbales que no llegan a configurarse plenamente.
Por otro lado, la poesía de César Boyd Brenis, es de una vertiginosa epicidad existencial; requiriendo para su incesante plasmación, de unos versos dilatándose, expandiéndose con sus autárquicos impulsos rítmicos, alargándose con sus sígnicas resonancias; evitando, por todos los medios retóricos, asfixiarse con sus propias vorágines discursivas.
César Boyd Brenis, fulgura sus mejores logros en la prosa poética, donde vuelca toda su parafernalia intuitiva: Abrumándonos, dejándonos perplejos, eclipsándonos, y dejándonos –finalmente– ensimismados. En sus poemas no vierte semejantes resultados. Para muestra, un botón estilístico:
“Nada en la poesía -cada quien con su tortura- y en la poesía sólo hay luz para mentes alejadas de la Tierra, aparte de eso, sólo hay nada: el dolor en la nada es transparente. La nada es menos común que la realidad, es más firme que los mitos y las mentiras, para despejar desde su vertiente los farsantes faros del destino, para señalar el fango que es obra de la realidad, y el fango, unido a todo lo demás, se hace todo lo demás, se hace lo que no debía existir pero existió, se hace la palabra fango fuera del fango. Ahora estoy en la nada que existe, en la nada de la poesía que es como la palabra fango en la eternidad. Y la nada causa todas las preguntas de la muerte, cuando se demuestra su producto en el espejo.”
Los poemas de Cromwell Pierre Castillo Cabrejos, se hacen visibles para mostrar su vigorosa estabilidad, que es causada por el dinamismo de un conjunto de características endógenas.
Las palabras que derrama el poeta, poseen un calor verbal que permite regular rítmicamente sus versos; evitando, diestramente, cambios bruscos que desestabilicen su fluencia discursiva.
Cuando las palabras mutan sus estados anímicos, según cómo se distribuya la masa emocional dentro del volumen textual, se observa que ciertos segmentos versísticos se contraen; y otros, se esparcen; y, algunos, evidencian un poderoso efecto refrigerante. Y esto se debe, también, a que sus palabras disolventes tamizan la intensidad de la interacción entre esas verdades absolutas imbuidas dentro de la oceánica alma humana.
Los fonemas y las grafías que configuran las palabras del encomiable poemario Voces paralelas contra lo seco; por su alto grado de cohesión interna, producen fuertes vínculos entre los versos; lo que explica, sin lugar a dudas, la estructura estable de sus poemas.
“Esta vez
su disposición adquiere la forma de mi lenguaje,
es decir,
su aspecto se hace universal desde mi boca.
De todas sus posibles determinaciones,
aquí, en lo habitable,
sólo se espera su adaptabilidad;
después de esto,
quizá ella deba ser algo que no comprenda.
Pero lo no comprendido
se explica también a partir de mi desorden:
Silenciosa ventaja suya
la de enturbiar mi contenido.
Todo forma y se deforma
magníficamente
a partir de su espacio,
entonces,
de mi voz a lo insondable,
ella
es un poema
transmutando
sus abismos.” (Agua I).
Aprovecho estas últimas líneas, para agradecer a los signosianos por incorporarme a su grupo, junto a Mario Morquencho, Wilfredo Gonzáles, Marco Fonz, Robert Jara, César Olivares y otros más, en esta su nueva etapa (ecuménica, por cierto). No se imaginan lo bien que me han hecho sentir. Toda vez que, aquí en Sullana (y también en Piura, por qué no decirlo) estos mezquinos artistas, ni los de la guardia vieja ni los de la nueva hornada, nunca han valorado realmente mi obra literaria (pues, aún siguen ninguneándola, egoístamente) y, aun peor, traicionaron ignominiosamente mi amistad, apropiándose de mis pertenencias afectivas, escarneciéndose de las tragedias familiares por las que atravesé, avalando –cobardemente– fornicantes latrocinios; es por eso que, ahora, (aunque siempre lo he propugnado) exijo, al artista íntegro, una profunda ética que se confraternice con uno de los valores más sublimes de nuestra aún sobreviviente humanidad: La Lealtad.
su disposición adquiere la forma de mi lenguaje,
es decir,
su aspecto se hace universal desde mi boca.
De todas sus posibles determinaciones,
aquí, en lo habitable,
sólo se espera su adaptabilidad;
después de esto,
quizá ella deba ser algo que no comprenda.
Pero lo no comprendido
se explica también a partir de mi desorden:
Silenciosa ventaja suya
la de enturbiar mi contenido.
Todo forma y se deforma
magníficamente
a partir de su espacio,
entonces,
de mi voz a lo insondable,
ella
es un poema
transmutando
sus abismos.” (Agua I).
Aprovecho estas últimas líneas, para agradecer a los signosianos por incorporarme a su grupo, junto a Mario Morquencho, Wilfredo Gonzáles, Marco Fonz, Robert Jara, César Olivares y otros más, en esta su nueva etapa (ecuménica, por cierto). No se imaginan lo bien que me han hecho sentir. Toda vez que, aquí en Sullana (y también en Piura, por qué no decirlo) estos mezquinos artistas, ni los de la guardia vieja ni los de la nueva hornada, nunca han valorado realmente mi obra literaria (pues, aún siguen ninguneándola, egoístamente) y, aun peor, traicionaron ignominiosamente mi amistad, apropiándose de mis pertenencias afectivas, escarneciéndose de las tragedias familiares por las que atravesé, avalando –cobardemente– fornicantes latrocinios; es por eso que, ahora, (aunque siempre lo he propugnado) exijo, al artista íntegro, una profunda ética que se confraternice con uno de los valores más sublimes de nuestra aún sobreviviente humanidad: La Lealtad.
Ricardo Musse Carrasco.
Poeta.
Poeta.
Sullana, 29 de mayo 2 010.
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