martes, 19 de abril de 2011

“Japón: Escombros bajo el sol naciente” – Por: Harold Castillo


Dueño de una cultura milenaria, y habiendo superado los errores históricos, Japón se ha convertido, con el tiempo, en un país ejemplar: progresista, sincrético, siempre a la vanguardia de las innovaciones científicas y tecnológicas; pero sobre todo con identidad. Es imposible que una nación pueda salir adelante cuando se conspira contra ella desde adentro. He allí la gran diferencia entre los Estados del primer mundo, como Japón, y aquéllos que persisten en el más grande atraso.

La tragedia producto del sismo ocurrido en Japón el pasado 11 de marzo deja aún muchos aspectos para reflexionar, habida cuenta de que es uno de los países con mayor preparación en el mundo para afrontar esta clase de adversidades y, sin embargo, se vio remecido fuertemente por los embates de la naturaleza.

Nos preguntamos entonces lo sensato: ¿Qué pasaría si un sismo de magnitudes parecidas ocurriese en nuestro suelo? Luego del dolor vivido en Ica, apenas hace pocos años, ¿el Perú se encuentra realmente preparado ante un nuevo episodio de angustia?

Cabe precisar que el epicentro del terremoto en Japón, de 9,0 en la escala sismológica de magnitud de momento, se registró en el mar, frente a las costas de Honshu, a 130 km al este de Sendai, en la prefectura de Miyagi. Dos días antes ya se había producido un temblor de magnitud 7,2 MW. Lo sorprendente fue que pasara casi desapercibido, dada la infraestructura antisísmica que posee este país oriental y, sobre todo, gracias al civismo de sus ciudadanos. Muchos sentimos, en aquel momento, una especial admiración por esta gente, estigmatizada por los temblores constantes, pero impetuosa y resuelta al momento de plantear soluciones preventivas. El terremoto que vino después, seguido del destructor tsunami, sólo puso en claro lo evidente: cuán poco somos los hombres ante el poder de la naturaleza. No obstante, gracias a las medidas tomadas, se pudieron salvar numerosas vidas.

Esto último es lo valioso, lo que países como el nuestro deberían tomar como ejemplo e imitar. Pero, dada la idiosincrasia de nuestros habitantes (sin visión ni aspiraciones como Estado) parece todavía una realidad algo lejana. Sobre todo por nuestros gobernantes, que se turnan y pasan por lo general inadvertidos. Pareciera como si no les importara, para nada, el desarrollo del país; sacarlo del atraso mediante políticas drásticas para combatir la pobreza, el centralismo, la falta de identidad, de oportunidades, de valores, de condiciones básicas para persistir como nación. Pareciera como si su mayor aspiración consistiese en la conquista del poder para sus beneficios personales. Desde que somos república, en realidad, no ha nacido un peruano que haya sido capaz de guiar al país, como un verdadero líder, hacia un porvenir exitoso. Y resulta triste admitirlo. De qué sirve entonces tanta riqueza económica si nuestra mayor carencia es justamente la riqueza humana de nuestros habitantes. Qué tan profundo hay que caer para poder plantearnos esta gran pregunta: ¿Hacia dónde va el Perú como nación?

En el caso de Japón, con una cultura mucho más firme y perseverante desde la antigüedad, la idea de Estado se arraigo muy pronto entre sus pobladores. El régimen imperial fue determinante, de modo que las crisis internas que se sucedieron a través de los siglos no pudieron mancillar la visión primordial sobre el posicionamiento hegemónico que querían mantener sobre los otros pueblos orientales.

Japón en la Historia

Fundado, según la tradición, en el siglo VII a.C. por el Emperador Jinmu, su nombre (Nippon) significa, literalmente, “el origen del sol”. Es un país que recibió una gran influencia por parte de China a través de su religión: confucianismo, budismo, taoísmo; lo cual robusteció el poder del emperador. Japón desarrolló una estructura feudal a partir de los siglos III y IV. Con el correr del tiempo se vio inmerso en numerosos conflictos y luchas señoriales, guerras internas y diversos cambios en sus regímenes de gobierno. Desde un principio los emperadores fueron los gobernantes oficiales, pero en muchas ocasiones sólo de apariencia. La manipulación por parte de la clase noble o de los gobernadores militares (shogunes) contribuyó al caos interno.

En el siglo XIV la autoridad imperial se restableció, pero sólo por un tiempo, hasta la llegada de un nuevo régimen feudal militar a cargo de los daimyos o señores feudales, cuyo instrumento ejecutor fue la casta de los samurais.

El cristianismo es introducido al Japón en el siglo XVI con la llegada de los portugueses y españoles, pero es perseguido y abolido por las dictaduras militares sucesivas que restauran, en el siglo XVII, el shogunado.

En el siglo XIX, tras la Guerra Boshin, surge la Restauración Meiji (1867), a cargo del emperador Mutsu-Hito, con la cual se pone fin al shogunado y comienza la modernización de Japón, adoptando los modelos occidentales y convirtiéndose en una potencia mundial. Luego vendrían sus afanes expansionistas, la Primera Guerra Sino-Japonesa (1894-1895), la Guerra Ruso-Japonesa (1904-1905) y la ocupación de Taiwán, Corea y otros pueblos.

La Primera Guerra Mundial (1914-1918) reportó a Japón grandes beneficios, pues perfiló su posición hegemónica en la zona, tanto en lo militar como en lo económico.

Después de 1920 surgen muchos conflictos en Japón debido a crisis internas y externas (La Gran Depresión del ‘29), lo que promovió la Segunda Guerra Sino-Japonesa (1937-1945) y la participación decisiva de Japón en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

Terminada la guerra, y tras la ocupación norteamericana (1945-1952), Japón se democratiza y entra a la vida occidental. En poco tiempo se transforma en una de las principales potencias económicas del mundo. En 1995 un terremoto en la ciudad de Kobe causó la muerte de 6,433 personas. Desde entonces, hasta la actualidad, el país nipón ha venido asombrando al mundo a través de su modernidad y tecnología, de la sensatez y progreso de sus ciudadanos. Hacer posible lo imposible. Dominar al medio con infraestructura y hacer al mundo testigo de su gran desarrollo y potencialidad.

Posible amenaza nuclear

El problema en las plantas de energía nuclear de Onagawa y en particular Fukushima puede considerarse como un daño colateral producto del sismo del 11 de marzo, en vista de que Japón, por desgracia, no cuenta con sistemas alternativos para la producción de energía y al ser la energía nuclear la fuente principal de abastecimiento, pues, constituye una bomba de tiempo ante eventualidades como ésta o ante hipotéticos ataques militares. Pero la peligrosa radiación nuclear no es cosa de juegos. Japón ya ha padecido las dolorosas consecuencias de las bombas atómicas lanzadas por los Estados Unidos en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki durante la Segunda Guerra Mundial. Al margen de las medidas que se estén tomando para poder controlar la amenaza radiactiva, todo esto debe ser planteado como un asunto de vital importancia para el futuro, en función a que siempre existirán los desastres naturales y que no deberían acarrear mayores tragedias, esta vez por descuido del hombre.

Una cultura prodigiosa

Hoy por hoy la cultura japonesa se desarrolla en las vertientes de lo tradicional y lo moderno, producto de años de evolución y por la notoria adaptación que ha tenido con el mundo occidental contemporáneo. Una muestra palpable la encontramos en su arquitectura, oscilante entre palacios históricos y majestuosos y las modernas edificaciones urbanas que ya todos conocemos.

Su arte y decorado sobresalen en el mundo gracias a su delicadeza y acabado, gracias al mito que atesoran. Las costumbres niponas se han arraigado en diversos paises del orbe (como el Perú), formando colonias que preservan su identidad y la difunden.

En lo que respecta a la ciencia y la tecnología, Japón es uno de los paises más innovadores y avanzados del planeta, siempre abocado a la investigación y productividad, proporcionándole al hombre actual la más alta calidad en maquinarias, electrodomésticos, computadoras, artefactos para el trabajo y el entretenimiento.

Hablando de literatura, están los escritos tradicionales como “Genji Monogatari” de Murasaki Shikibu, considerada una de las novelas más antiguas de la historia. O los autores occidentalistas de la era Meiji: Natsume Söseki y Mori Ögai, que fueron los primeros novelistas modernos de Japón. Luego aparecerían escritores de la talla de Akutagawa Ryünosuke, Tanizaki Jun’ichirö, Yukio Mishima, los premios Nobel de Literatura: Yasunari Kawabata (1968) y Kenzaburo Öe (1994), y más recientemente Haruki Murakami.

Todo esto nos habla de un país que se ha ganado su posicionamiento a base de trabajo, de esfuerzo, de mentalidad superada y visionaria. Luego de los errores históricos y pretensiones belicistas que, en el fondo, ningún beneficio le reportaron, Japón ahora apuesta por el futuro. Estamos todos convencidos de que el dolor y el desasosiego que el último sismo ocasionara no será fuente de quebranto para los espíritus japoneses. La propia Historia es testigo del ímpetu japonés para sobreponerse a los avatares del destino. El Perú se solidariza con Japón y sus damnificados; muchos deseamos algún día poder homologar la grandeza de esta nación. Hoy habrá escombros bajo el sol naciente, pero mañana la luz de la esperanza se levantará sobre un pueblo ejemplar, pujante, camino hacia la reconstrucción.

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Bibliografía:
- Diccionario Enciclopédico Lexus.
- http://es.wikipedia.org/

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