martes, 1 de febrero de 2011

“Revolución cultural, espiritual y del ser a través de la literatura” – Por: Hazzel Yen


Un momento como ningún otro emerge en America Latina; y en el mundo, un deseo enérgico de cambio. Este estallido es ya la literatura misma. Percibimos entre nuestros pueblos una gran inconformidad con respecto a las situaciones sociales por las que atraviesan. Cada uno de nosotros desearía mejorar el mundo. Nos han hecho sentir que esto es imposible, sumergiéndonos en una pasiva indiferencia, un letargo.

En SIGNOS pensamos y sentimos que hacer mejor el mundo es posible. Creemos en el hombre, en la fuerza de la palabra y en la belleza para reformar el espíritu. Proponemos la expresión como fuerza iluminadora. Para esto reconocemos las nuevas tecnologías de comunicación como medios para amalgamar las ideas a través de la literatura. Aunque algunos estemos lejos, sentimos que los kilómetros y fronteras que dividen cada país ya han dejado de existir. Prueba de la ruptura de las barreras somos SIGNOS: escritores jóvenes de diversas latitudes que nos hemos unido para expresarnos. Nosotros amamos la literatura en todas sus manifestaciones. Esta convicción nos ha unido, formando un puente entre México, Perú y Argentina, un puente de palabras.

SIGNOS es muestra de que la literatura nos hermana, porque a través de ella hemos compartido nuestros sentimientos, ideas, voces, y nos hemos dado cuenta de que no estamos tan lejos unos de otros. No hay hombre más blanco ni más oscuro, más grande ni más pequeño, cuando se late con un mismo corazón, la sangre de ese corazón es nuestro deseo de cambio, nuestra fe en la palabra. Las arterias por las que circula esa sangre son nuestras plumas.

Latinoamérica es muchas cosas: nuestros dialectos, el calor de nuestro temperamento, nuestra literatura, expresiones culturales tan ricas y diversas, nuestro pasado majestuoso y misterioso (posteriormente profanado, esclavizado, y golpeado hasta nuestros días), pero más que nada es unión, estirpes que a través de los siglos han sido pugnadas, pero que continúan de pie y no temen; combaten.

La palabra que surge del corazón joven e impetuoso es siempre revolucionaria; porque ser joven, primordialmente, es saber renovar y renovarse, creer en revolucionar para ser mejores. Esta idea ha sido una constante y han sido las revoluciones las que nos han permitido evolucionar en todos los tiempos, así de simple: lo que no se mueve está muerto.

Para poder usar la palabra revolución, sin ser malinterpretada, partiré desde su etimología: la palabra “revolución” tiene su origen en el verbo latín revolvere, “volver a girar”. Si tomamos en cuenta que el mundo no cesa de girar, entonces nos encontramos en una revolución constante; un proceso que siempre esta ocurriendo en nuestras vidas, tan natural e inevitable como el movimiento.

Se tiende a pensar que las revoluciones son malas, pues las revoluciones armadas han dejado a su paso un gran número de muertos, abusos, y miseria. Pero no todas tienen que ser necesariamente así. Lo que proponemos puede llamarse una “revolución armada”, si quieren llamar “armas” a la fuerza de la palabra, la razón y la fraternidad, armas para librar una batalla interior contra nuestras propias barreras, prejuicios, fronteras que oprimen al ser y al pensamiento.

En la era de la informática (en la que vivimos), las fronteras ya se han roto, las distancias han desaparecido y las ideas viajan a la velocidad de la luz. Esto debemos de encauzarlo hacia la unión, a la fraternidad.

La unión mundial que por mucho tiempo fue tan sólo un ideal, ahora es posible, esta aquí. Cada vez estamos más cerca; lo único que nos divide ahora somos nosotros mismos, la barrera del pensamiento que nos imponemos, ejemplos de ello son: la discriminación, el prejuicio, la intolerancia, entre otros.

Hay que cambiar constantemente para no morir, darnos cuenta de que las fronteras del pensamiento ya están rotas, y esto está produciendo el cambio, cada vez veremos más SIGNOS de este cambio.

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