sábado, 9 de octubre de 2010

"Como pez en el agua blanquirroja" - POR César Boyd Brenis - DIARIO "LA INDUSTRIA" (9 DE OCTUBRE DE 2010)


De los escombros de un país convulsionado por las protestas, del fondo de las gargantas que transportan las voces inseguras, de los grupos llenos de esperanzas casi perdidas, resplandeció la vida: “el fuego de la literatura”. Frase aquella que acuñara Vargas Llosa sin saber que, años después, él sería la misma literatura: las letras de un continente, el fuego de un país, la reputación de un Perú creciendo.

No hay mejor momento como este --como decía el poeta Jorge Donayre-- “para tirar un carajo por mi patria”. Pareciera que toda la historia literaria de este suelo se concentrara en nuestro recipiente del tiempo, en este minúsculo tramo de alegría insurrecta. Pareciera que Macchu Pichu y la gastronomía peruana hubiesen puesto el pie de apoyo para el salto que sería un premio de este orden. Y con ello se ha dado, espero, el comienzo de una secuencia creciente de “autoestima literaria”.

Ahora, Perú entra al listado de los pocos países, de este lado del mundo, con representantes ganadores de dicho galardón literario. No hay todavía tiempo ni para emocionarse mejor. La noticia llegó de golpe, como llegan sonando las campanas de todas las catedrales de nuestro suelo patrio. El siete de octubre, muy temprano, se anunció el rompimiento de esa mala racha que año a año acompañaba a Varquitas. Si no era por sus opiniones políticas medio complacientes, era por las metidas de pata en temas de economía; sin embargo, le cayó excelente la renuncia pública en rechazo a ese extraño decreto ministerial que a cualquiera llenaría de duda. Él fue sincero con lo que predicaba.

Cuando visitó la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo, para brindar la Conferencia Magistral “La Literatura y la Vida”, sentimos la fortuna de aquellos pocos privilegiados del mundo que tienen al frente a un verdadero ejemplo de dedicación. Aquel día diría: “La literatura es una vocación, una pasión; también una disciplina y un trabajo. Pero antes que nada, primeramente, la literatura es un placer”.

Según los académicos encargados de la designación, Vargas Llosa es galardonado “por su cartografía de las estructuras del poder y sus imágenes mordaces de la resistencia del individuo, su rebelión y su derrota”. En efecto, el tópico del dictador fue brillantemente desarrollado con una seguridad grandilocuente. Experimentó con sus personajes en un hondo desafío de vida, y la manera cómo iban siendo derrotados después de una lid de esperanza. Reprodujo el lado oscuro de los militares, sus angustias, sus delirios y sus perradas (recuerdo aquella gran frase: “Más fácil sería resucitar al cadete Arana que convencer al ejército de que ha cometido un error”). El colegio, el cafetín, la celda, la cama, el estrado, el mancebillo, todos fueron sus espacios tocados por el poder de su pluma, ahora legendaria y mística.

Llorar de alegría. Llorar con un poder de las entrañas y el espasmo. Llorar por el Perú que acelera la justicia, o que la contradice, o que la ignora. El premio es de esta tierra en todas sus significaciones y definiciones. ¿En qué momento mejoró el Perú?

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