Muchos poetas han buscado particularmente su unión a través del arte, con diferentes fines: compartir experiencias, sacudir demonios, despojarse de soberbias, conducir las pasiones, mostrar los frutos y revivir los mitos más hostiles y más cándidos de su figura.
Los poetas de este tiempo están tan comunicados entre sí que la experiencia estética y el arrebato pasional de la vida se confunden misteriosamente, y las redes sociales ayudan para este propósito. De esta manera, con un halo de opiniones ciberespaciales, se nota en cada mensaje de sus muros de Facebook ese esplendor híbrido de todas las fuerzas del alma.
Fue esa interconexión espiritual —y el ansia de traspasar las fronteras regionales— lo que pudo crear una noche exquisitamente literaria el viernes recién pasado —19 de agosto—. Así, se llevó a cabo un recital poético en un conocido establecimiento chiclayano, cuyo anfitrionaje estuvo a cargo del poeta Stanley Vega, y cuya unión entre ciudades hermanas se redondeó con la lectura de poesía y el fulgor de los aplausos redivivos.
Las voces foráneas participantes fueron Giuliana Llamoja (Lima, autora del libro “El amor y la vía láctea”) y Harold Alva (Piura, editor y crítico literario), los cuales hicieron desfilar su poesía con esa sutileza rítmica que los sentidos elevan. Por su parte, representando a Lambayeque estuvimos Ronald Calle y yo —miembros del Grupo Literario Signos—, quienes dispuestos a estrechar los lazos, estiramos la mano con plena conciencia de lo que la amistad de los poetas siempre debe dejar: la estirpe de la hermandad.
En el evento se impuso un solvente diálogo que reflejó aquella unión referida, y a la que llegan los poetas después de encontrarse entre sí y a sí mismos. Al respecto, Giuliana Llamoja nos leía: “Poesía / Estoy aquí / Desmantelándome / Y no he sido una cualquiera / Y tú no has sido una cualquiera por involucrarte conmigo” (poema Aquel lugar que te nombra).
Por su parte, Harold Alva complementaba la idea con una poesía citadina, pero no menos entrelazada por la coalición de espíritus: “Me enviaba señales / Halcones de neón que hacían piruetas / Alrededor de mis poemas / Y yo: detenido en mi habitáculo / Copiaba el rumor de la mañana / En algún texto que nada tenía que ver con la tristeza” (poema III del libro inédito Lima).
Y en verdad, nada tenía que ver con la tristeza aquella noche de viernes en donde Ronald Calle colaboraba leyendo: “¡Anda! Toma mi mano, / cubre tu herida / y ven, / levantemos la antorcha del hambre, / miles de hombres nos contemplan” (poema Agonía compartida).
De esa forma, en todos los casos de encuentros literarios —y en el ciberespacio—, si los poetas siguen buscando su unión a través del arte, en tan solo poco tiempo, el espíritu de esas almas libres podrá enseñar cómo se construye la sensibilidad, con la natural experiencia de compartir las voces diferentes en medio de una mesa única.
Los poetas de este tiempo están tan comunicados entre sí que la experiencia estética y el arrebato pasional de la vida se confunden misteriosamente, y las redes sociales ayudan para este propósito. De esta manera, con un halo de opiniones ciberespaciales, se nota en cada mensaje de sus muros de Facebook ese esplendor híbrido de todas las fuerzas del alma.
Fue esa interconexión espiritual —y el ansia de traspasar las fronteras regionales— lo que pudo crear una noche exquisitamente literaria el viernes recién pasado —19 de agosto—. Así, se llevó a cabo un recital poético en un conocido establecimiento chiclayano, cuyo anfitrionaje estuvo a cargo del poeta Stanley Vega, y cuya unión entre ciudades hermanas se redondeó con la lectura de poesía y el fulgor de los aplausos redivivos.
Las voces foráneas participantes fueron Giuliana Llamoja (Lima, autora del libro “El amor y la vía láctea”) y Harold Alva (Piura, editor y crítico literario), los cuales hicieron desfilar su poesía con esa sutileza rítmica que los sentidos elevan. Por su parte, representando a Lambayeque estuvimos Ronald Calle y yo —miembros del Grupo Literario Signos—, quienes dispuestos a estrechar los lazos, estiramos la mano con plena conciencia de lo que la amistad de los poetas siempre debe dejar: la estirpe de la hermandad.
En el evento se impuso un solvente diálogo que reflejó aquella unión referida, y a la que llegan los poetas después de encontrarse entre sí y a sí mismos. Al respecto, Giuliana Llamoja nos leía: “Poesía / Estoy aquí / Desmantelándome / Y no he sido una cualquiera / Y tú no has sido una cualquiera por involucrarte conmigo” (poema Aquel lugar que te nombra).
Por su parte, Harold Alva complementaba la idea con una poesía citadina, pero no menos entrelazada por la coalición de espíritus: “Me enviaba señales / Halcones de neón que hacían piruetas / Alrededor de mis poemas / Y yo: detenido en mi habitáculo / Copiaba el rumor de la mañana / En algún texto que nada tenía que ver con la tristeza” (poema III del libro inédito Lima).
Y en verdad, nada tenía que ver con la tristeza aquella noche de viernes en donde Ronald Calle colaboraba leyendo: “¡Anda! Toma mi mano, / cubre tu herida / y ven, / levantemos la antorcha del hambre, / miles de hombres nos contemplan” (poema Agonía compartida).
De esa forma, en todos los casos de encuentros literarios —y en el ciberespacio—, si los poetas siguen buscando su unión a través del arte, en tan solo poco tiempo, el espíritu de esas almas libres podrá enseñar cómo se construye la sensibilidad, con la natural experiencia de compartir las voces diferentes en medio de una mesa única.
(*) Diario "La Industria" (26-08-2011)
Fuente: http://cesarboydbrenis.blogspot.com/
Fuente: http://cesarboydbrenis.blogspot.com/
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